YO GO TO MY HEAD: IDENTIDAD A TRAVÉS DEL AMOR

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You Can Go to my head, del director belga Dimitri de Clerq, tiene una premisa intrigante: Dafne, una mujer de 35 años es rescatada por Jake, el que dice ser su marido, tras sufrir un accidente de coche en el desierto del Sáhara. Ella ha perdido la memoria y no recuerda ni quién ella ni quién es él. Es en la relación de pareja en que se pondrán de manifiesto los mecanismos para explorar la reconstrucción de su identidad como persona, a través del amor y de la mirada del otro, consiguiendo la paulatina recuperación de la memoria.

Con muy pocos personajes, apenas ellos dos y algún personaje secundario, y una única localización prácticamente -la inmensidad del desierto y la casa con piscina dónde viven, el film apuesta más por el minimalismo de recursos expresivos -incluso hay largos momentos de silencios y pocos diálogos-, y por las imágenes tan fascinantes como evocadoras.

La película, a caballo entre el drama romántico y el thriller, se queda un poco en tierra de nadie por diversos motivos. Uno, por la repetición de ciertas situaciones que, una vez expuestas, acaban por saturar al espectador y hacen que  conecte y desconecte de la historia, sin acabar de hacer la inmersión total que una historia de estas características requeriría.

El juego de verdades y mentiras entre la pareja, el progresivo re-descubrimiento del amor entre ambos y el aura de misterio que se crea -a través de algunas imágenes hipnóticas- es uno de los puntos fuertes del relato. Un relato que, por otra parte, es algo irregular, ya que se toma demasiado tiempo en arrancar y que, cuándo lo hace, no consigue mantener la tensión del espectador en todo momento. Es una lástima porque pienso que la premisa es lo suficientemente potente y podría dar mucho más jugo del que finalmente logra.

SONIA BARROSO.-

 

 

 

 

 

 

 

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