Vivo, una aventura tierna y colorida

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Con Vivo estamos ante una maravillosa opción familiar que aúna en la justa medida la ternura, la pena y las situaciones graciosas, aunque se pasa por mucho en las canciones para llegar al equilibrio perfecto. En mi opinión se podían haber eliminado algunos número musicales que rompen el devenir de la historia, aunque también puede que si la hubiera visto en inglés todo encajara mejor. El doblaje está muy bien hecho, pero en las canciones no consigue mantener la calidad de las originales. Aun así, los temas principales son herramientas definitivas para mostrarnos personajes bien construidos, coherentes y muy ricos.

La historia es muy típica, pero está muy bien presentada. El inicio sienta las bases del personaje principal inseguro, pero con plena confianza en sus capacidades musicales, celoso de su mundo perfecto y con una gran determinación: Vivo, el adorable kinkajou al que sacaron de su selvático hábitat natural para estamparlo contra las duras calles de La Habana, donde, inesperadamente, encuentra su rincón feliz. Uno que parece tan fuerte y estable que nada podrá arrebatárselo, pero… llega la carta y, un poco después, la parca, que deja desolado a nuestro un poco egoísta, pero de buen corazón monito. Pero como dice el cantor Andrés: «la vida, a veces, nos da una segunda oportunidad», y hacer realidad el sueño de su difunto amigo será una prioridad para el simpático personaje principal, aunque haya que hacer muchos sacrificios por el camino.

Y aquí entra la coprotagonista , una niña intensita, dispersa y ruidosa, pero con mucha profundidad de corazón. Con todo ese ruido y personalidad hiperactiva se aísla de la realidad y de su más profunda pérdida: la muerte de su padre. Él único que lograba entender su revuelto carácter. Aunque a primera vista, este hecho ya debería unir en su tristeza a ambos personajes, la incompatibilidad musical que sufren al principio y la rudeza de la terrible infante hace que las cosas no sean tan fáciles entre ambos, creándose una relación desigual y llena de situaciones graciosas y trepidantes llenas de colores y notas musicales discordantes que, poco a poco, irán acompasándose para entenderse y convertirlos en un par sin par deVivo, los ritmos ancestrales y profundos de una cuba viva y, Gaby, los neones raperos y discotequeros de una Miami palpitante. Todo salpicado de personajes malvados, amables, estúpidos, histriónicos y/o exagerados, pero que acaban por encajar y funcionar muy bien en esta búsqueda por cumplir un sueño póstumo ideal y puro: hacer llegar una canción de amor a alguien muy especial. Por cierto, las escenas entre la peque y su madre no tienen precio para quienes tenemos hijos adolescentes rebeldes. Me caían las lágrimas mientras mi hijo mayor seguía muy interesado la trama ajeno a mis elucubraciones comparativas.

La animación también es grandiosa. Tiene un estilo caricaturesco que resulta más expresivo que el realista. De alguna forma, expresa a la perfección el alma cubana en combinación con la banda sonora. Las expresiones faciales de los personajes son una claro reflejo de sus personalidades y emociones y les hace dar una salto de carácter arquetípico a único y adorable. Incluso nos pasa con los secundarios: esa madre preocupada, la jefa de las vendedoras de galletas o el amigo de Andrés. El mismo Andrés  nos marca el ritmo postumamente acompañando en alma a los jóvenes e inocentes protagonistas hasta un final previsible, pero no por ello menos emocionante y vibrante.

En mi opinión, también consiguen integrar las dos lecturas de este tipo de productos de una forma muy eficaz y sin caer en dobles sentidos, algo para quitarse el sombrero. Enganchar a publico de tan diferentes edades es extremadamente difícil y por mi parte lo consiguen en un 100%.

 

Parece que esta producción lo tuvo difícil para llegar a la pantalla, aunque haya sido a la pequeña directamente. El proyecto lo comenzó hacer cinco años Dreamworks, pero no cogió su último impulso hasta que llegó a manos de Sony Pictures, que la recuperó para estrenarla directamente en Netflix, disponible desde el 6 de agosto. Dirigida por Kirk DeMicco (Los Croods. Una aventura prehistórica), es la tercera apuesta de esta productora por la animación directamente estrenada en plataforma. Primero nos presentaron la genial Los Mitchell contra las máquinas, que funcionó de maravilla. Luego le siguió la encantadora El dragón de los deseos y, por último, Vivo, que coge las fórmulas exitosas de las anteriores y las salpica de ritmo y sentir cubano para sumergirnos en un lenguaje universal, la música,  y un sentimiento enorme, el amor. La banda sonora corre a cargo de Lin-Manuel Miranda (In the Heights y Hamilton), ganador del Premio Pulitzer y del Grammy.

En definitiva, es una opción de cine familiar magnífica.

DÁCIL MUÑOZ.-

 

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