VIVIR DEPRISA, AMAR DESPACIO: AMAR LA VIDA

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A Christophe Honoré le gustan las historias que combinan drama y comedia, sus personajes están tocados por el amor y las alegrías y sinsabores de la vida. En La Belle Personne y en Les Chansons d’amour nos seducía desde el intimismo y la melancolía propias de la juventud actual.

En Vivir deprisa, amar despacio retoma algunos temas que ya trató en Tout contra Léo (SIDA, homosexualidad) y construye su obra más madura hasta la fecha en la que contrapone a dos personajes. Arthur, un estudiante Bretón de 22 años que siempre se ha enamorado de chicas y que comienza a descubrir su homosexualidad y a vivir sus primeras experiencias sin prejuicios y con total espontaneidad. Por otra parte, Jacques, un escritor parisino de 35 años que tiene SIDA, pero que desea seguir viviendo con coraje y determinación el tiempo que le pueda quedar. La juventud de uno contrastará y se enriquecerá con la experiencia del otro. Conocerse les transformará inevitablemente.

Honoré acierta en muchos de sus diálogos, en conversaciones íntimas que reflexionan sobre la vida, el amor y el sexo en una película ambientada en los 90 que, aunque tenga como trasfondo el SIDA, no se contagia por el pesimismo ni por el dramatismo al que pueda conllevar la enfermedad. Se trata de una película optimista y directa, incluso hedonista, que se recrea en el placer de estar vivo y de aprovechar el momento y vivir y amar sin pensar en el mañana. Vincent Lacoste y Pierre Deladonchamps son sus protagonistas, unos personajes que respiran química entre ellos y verdad por los cuatro costados. El personaje quizás más sensato es el de Denis Podalydès, el amigo del escritor.

Asimismo, destaca por la sensibilidad con la que se plantean algunas secuencias entre enfermos de SIDA (sin sensiblerías) y por la naturalidad con la que Jacques aborda su homosexualidad con su  hijo pequeño, que convive con su padre y sabe de sus afectos hacia el género masculino, así como por la acertada utilización de la música en momentos claves de la trama, que aportan un plus de emotividad y ternura, un elemento que resulta propio y característico en el cine de Christophe Honoré.

Así pues, Honoré ofrece al espectador una mirada libre de prejuicios, desacomplejada, sin condescendencia ni reivindicaciones político-sociales, sobre el amor y las relaciones homosexuales.

SONIA BARROSO.-

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