VILLANOS DE CINE: LOS VAMPIROS (PARTE I)

El vampiro es uno de los mitos que más ha atraído a quienes escriben, producen o dirigen películas. Hemos visto interpretaciones de todo tipo: desde las más terroríficas y sanguinarias; pasando por las que destacan la vertiente más romántica del monstruo; hasta las que, directamente, se cargaban el mito a base de convertirlo en un vegetariano que brilla en la oscuridad. Sea como sea, desde que existe el cine, existen películas protagonizadas por seres sedientos de sangre, que han cubierto todos, o casi todos, los géneros: desde “Nosferatu” a “Drácula: la leyenda jamás contada”, que se estrenaba el pasado fin de semana. Y con ella como excusa, repasamos algunos de los vampiros del celuloide.

 

NOSFERATU (F.W. Murnau, 1922)

 

Murnau deseaba adaptar la celebérrima obra de Bram Stoker, pero su estudio no logró hacerse con los derechos de la obra. El director decidió entonces filmar su propia versión de la novela, cambiando nombres y localizaciones, pero manteniendo la esencia. En blanco y negro, con los efectos que podía tener una película en 1922, lo cierto es que su sencillez solo alimenta el desasosiego que siente el espectador. Rodada en escenarios naturales, “Nosferatu” está considerada una de las obras cumbres del expresionismo alemán, y a día de hoy sigue siendo uno las mejores películas sobre el mito vampírico de la Historia del Cine.

 

En 1979, Werner Herzog dirigió “Nosferatu, el vampiro de la noche”, una revisión bastante fiel de la obra de Murnau. La película no es solo un homenaje, sino que es también, por derecho propio, una de las películas más celebradas de su director, y del género. Un magnífico Klaus Kinski en el papel del vampiro, a quien acompañaban Isabelle Adjani y Bruno Ganz como el triángulo protagonista.

 

Años más tarde se estrenaba “La sombra del vampiro”, de Elias Merhige (2000), que contaba el rodaje del “Nosferatu” original. Una historia ficticia en la que John Malkovich interpretaba a un Murnau obsesionado con el proyecto, y que acaba contratando a un vampiro auténtico, Max Schreck, a quien daba vida Willem Dafoe. El director le promete a su protagonista que, si acaba el proyecto y controla su impulso asesino, le entregará a su compañera de reparto y estrella de la película, Greta (Catherine McCormack). La película se hacía eco de las historias que surgieron a raíz del rodaje de la película de Murnau y que aseguraban que el director había seleccionado un auténtico vampiro para protagonizar el film.

DRÁCULA (Tod Browning, 1931)

 

Es, sin lugar a dudas, un referente del género. Producida y dirigida por Tod Browning para la Universal, Drácula nos ha dado uno de los protagonistas referenciales en lo que a vampiros cinematográficos se refiere: Bela Lugosi. El actor le debe a este personaje tanto su auge como el posterior encasillamiento, y su decadencia.

 

La película de Browning está considerada la primera adaptación de la novela de Bram Stoker al cine (aunque, siendo puristas, se trata de la adaptación al cine de una obra de teatro que se basaba en la novela). Cuenta la película con una puesta en escena perfecta, una atmósfera que alterna lo irreal con el mundo de los sueños y las pesadillas, incluso con un manejo de cámara y un montaje elegantes. Y aunque sus bondades son reconocidas y destacadas, es Lugosi el referente más claro e imperecedero. Por su interpretación, por su presencia en pantalla, encarna al vampiro culto, de gustos refinados, alejado de la apariencia monstruosa del Nosfertatu de Mornau, si bien Lugosi logra revestirse de un halo de peligro, de bestia al acecho, con el que compone el Drácula más imponente.

VAMPYR (Carl Theodor Dreyer, 1932)

 

Vampyr (La bruja vampiro) es un producción francoalemana, rodada inicialmente cono una película muda. La película se basa libremente en la novela Carmilla, de Sheridan Le Fanu. El éxito tan reciente de la película de Browning hizo que, ya desde el comienzo, Dreyer descartara adaptar la novela de Stoker. La cinta no tuvo una buena acogida, en parte debido a la intención de Dreyer de no mostrar de forma explícita los elementos terroríficos de la historia, algo que no gustó al público. El mal resultado de la cinta mantendría a Dreyer alejado de la dirección durante algunos años.

 

Sin embargo, el paso del tiempo ha sido generoso con la película y con su tratamiento del terror. Un tratamiento que hace que el espectador intuya el miedo, o experimente el horror, por las reacciones de los actores y por lo que percibe de esa atmósfera agobiante, más que por escenas explícitas. Tal y como sucede en la película de Murnau, la sencillez y las sombras son los mayores aliados de Dreyer, que sin embargo opta por un planteamiento opuesto pero también magistral: dar el protagonismo a las víctimas de la bruja vampiro.

 

Tres ejemplos muy distintos de cómo se trató el mito del vampiro en el cine clásico: el monstruo, el caballero y la bruja, todos ellos sedientos de sangre, todos ellos en filmes que, a día de hoy, se reconocen como clásicos y como referentes.

IMMACULADA PILAR COLOM.-

 

 

 

 

 

 

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