TRANSFORMERS: LA ERA DE LA EXTINCIÓN Y EL ÚLTIMO CABALLERO

Lo dicho: Transformers empezó siendo una saga prometedora y entretenida pero en las secuelas posteriores Michael Bay se dedicó a sacar pasta en vez de dar una mínima coherencia a la historia. Por ese motivo -y porque Shia Labeouf quiso probar otros caminos- decidieron dar tres años de margen desde la tercera parte y dar un cambio de timón al proyecto con nuevas caras y un diseño renovado.

Transformers: la era de la extinción actúa casi como un reinicio aunque sin indagar de nuevo en presentar a los robots. Los conocemos, siguen en la Tierra pero ahora ya no está centrado en el personaje de Labeouf sino en un inventor venido a menos interpretado por Mark Wahlberg. Ahora los Transformers y los humanos ya no se llevan tan bien y viven escondidos a raíz de la destrucción ocasionada en Chicago en la anterior entrega. Los humanos intentan crear sus propios transformers y una megacorporación juega a hacer experimentos con tecnología que no comprenden (vamos, que nada puede salir mal). En este caso salvaría tres detalles: Wahlberg tiene más estilo que Labeouf y luce mejor en la acción; la historia es una excusa para que aparezcan los Dinobots, transformers con forma de dinosaurio que fueron unos juguetes míticos en los años 90; muestran un apunte relacionado con el origen de los transformers y sus creadores que puede dar pie a una historia interesante.

Y así ha sido con el reciente estreno de Transformers: el último caballero.En la que sería la quinta parte de la saga vemos detalles frescos, como el intento de dar una cierta mitología al origen de los transformers y su relación con los humanos -con un notable prólogo con cameo de Stanley Tucci incluido-, que al verlo promete con ser una historia algo más evolucionada que las entregas anteriores. A eso ayuda un Anthony Hopkins ofreciendo el mejor secundario de la saga -salvando a John Turturro y su histrionismo- y una de las mejores secuencias de todas en la mansión, y no por la acción sino por el sentido del humor y de autoparodia de Bay. En ese momento, uno cree que la película va a tirar por un cierto humor y disfrute más allá de la enésima batalla robotil. Incluso el personaje femenino interpretado por Laura Haddock sale del esquema de “chica Bay” a lo ángel de Victoria’s Secret y nos presenta a alguien más allá de la damisela en apuros. Pero no, amigos y amigas, esta película sigue siendo lo que es y enseguida esa sensación de falsa seguridad desaparece y vuelven las batallas interminables y los discursitos de Optimus Prime (el cual nos lo llegan a presentar como el villano a batir y que le hubiera venido bien a modo de cliffhanger cara a la siguiente secuela que lo aguantaran así, que cayera en un “lado oscuro” a raíz del maltrato sufrido por los humanos hacia su especie).

Así que, con una pequeña escena post-créditos -donde nos intentan vender lo invendible, que aún hay historia detrás que contar- acabamos con una mejor sensación que en las anteriores entregas, pero aún con esa falta de originalidad en la historia y los personajes que haga que nos apetezca seguir indagando en ellos. Uno diría que tras cinco partes el chicle ya está lo bastante estirado y no se puede hacer más, y yo os recordaría que dijimos lo mismo con Fast and furious y llegó la quinta parte e hizo callar algunas bocas en cuanto que sí se puede cambiar el rumbo y ofrecer algo nuevo en una saga (o al menos reinventarse). La buena noticia es que al poco de estrenarse la película el guionista Akiva Goldsman ha abandonado el barco y se ha desvinculado de seguir con él. Si un nuevo guionista lo toma y le dá un nuevo enfoque podría hacer que el público adulto (al infantil ya lo tienen en el saco a base de figuritas) volviera a confiar en el proyecto y crear una buena película de acción y ciencia ficción disfrutable.

JOSÉ ISAAC PELLICER.-

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