THE SISTERS BROTHERS: EL HOGAR Y LA UTOPÍA

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Jacques Audiard es uno de los directores franceses más notables y personales del cine contemporáneo. En Lee mis labios, De Latir mi corazón se ha parado, Un profeta y De Óxido y hueso coqueteaba con el drama y el thriller en historias que nos atrapaban por su profundidad y por sus personajes con arcos narrativos muy complejos y desarrollados.
En The Sisters Brothers, Audiard abandona el thriller para sumergirse de lleno en un terreno que no había explorado todavía, el western, pero no en un film del oeste convencional. La historia de estos dos hermanos, asesinos a sueldo y supervivientes, uno de ellos, Charlie Sisters ( el siempre carismático Joaquín Phoenix), feliz con la vida que lleva y con el rastro de sangre que va dejando por allá donde pasa, el otro, Eli (John C.Reilly, en una interpretación profunda y contenida), más tranquilo y con ganas de llevar una vida normal. En la misión que les ofrece el comendador de Oregón de atrapar a un químico que tiene una fórmula para ‘lavar’ el oro se pondrán de manifiesto sus contradicciones internas a la par que su humanidad.
La película es extraña y áspera en momentos, tremendamente humana en otros y muy inesperada, pues parte del western para reformular sus tópicos y lugares comunes -la fiebre del oro, los salones, los pistoleros, etc- para contar por un lado, las peripecias de los «perseguidores», los citados hermanos asesinos a sueldo y, por otra, la subtrama de los «perseguidos», dos hombres que se alían y se hacen socios en pro de conseguir vivir en una sociedad ideal y utópica (inmensos y ricos en matices los personajes que nos ofrecen también Riz Ahmed y Jake Gyllenhaal). Las relaciones que se establecen entre los cuatro conformarán la espina dorsal de este film más preocupado por la introspección y por dar profundidad a sus personajes que por la acción y la violencia propia del western -aunque no se prive de algunos «tiroteos» y escenas de acción-.

La fotografía de Benoît Debie y la banda sonora de Alexander Desplat aún contribuyen más a incrementar la grandeza de este western atípico e intimista que, muy probablemente muestre el más hermoso y en calma tramo final que se ha visto en el cine reciente. Todo un regalo para el espectador más preocupado en reposar sus emociones en una historia de corte existencialista en el que se sueñan utopías y se vive con la necesidad de volver o forjar un hogar.

SONIA BARROSO.-

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