THE KING´S MAN: LA PRIMERA MISIÓN, SOBRIEDAD Y CLASICISMO

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The Kingsman: La primera misión es la precuela de las dos anteriores películas de Matthew Vaughn, aunque esta vez sin contar con Taron Egerton ni Colin Firth de nuevo. En esta ocasión, Ralph Fiennes asume el rol protagonista, interpretando al Duque de Oxford quién, a principios del siglo XX y contando con la ayuda de su niñera Polly (Gemma Arterton) y su mayordomo Shola (Djimon Hounsou),  que en realidad son agentes de espionaje de la primigenia Kingsman, así como con la colaboración de su hijo Conrad. tendrán que detener a una peligrosa organización criminal formada por algunos históricos supervillanos, tales como Rasputin y Matahari, que pretenden influenciar al zar de Rusia y desencadenar con sus acciones una guerra a escala mundial.

Adaptando de nuevo un cómic de Mark Millar y Dave Gibbons, esta vez Matthew Vaughn nos ofrece una aventura de espionaje con carga política e histórica, que resulta la más seria y sombría de las adaptaciones de KingsMan hasta la fecha. Incluso es la más reposada, ya que se toma su tiempo para ir explicando la historia de los orígenes de la agencia británica creada en una sastrería. En este sentido, en tono podría estar más cercano a películas clásicas como Lawrence de Arabia y El prisionero de Zenda que a las dos películas de Kingsman.

¿Esto significa que está exenta de acción? No, ya que hay tres escenas bastante espectaculares, siendo la más hilarante y trepidante la que involucra en una lucha cuerpo a cuerpo a Rasputín y al Conde de Oxford y que comienza de un modo bastante juguetón -de la cuál mejor no revelar apenas nada-. Aunque el cara a cara entre Rhys Ifans, como perverso Rasputín, y Ralph Fiennes como Duque de Oxford es para mí el momento más álgido y disfrutable de una película, que es bastante más pausada de lo que esperaba en cuánto a ritmo y a tensión dramática.

La ausencia de comicidad del film -de la cuál hay apenas unos pocos destellos- y la apuesta por carga dramática que encierra el personaje de Ralph Fiennes -quién está impecable en su rol- la convierten en una película de espías mucho más clásica, elegante y más «convencional» que cualquiera de las aventuras de Eggsy, eso sí, con una impecable factura técnica y visual. En este sentido, podemos decir que Matthew Vaughn ofrece una ruptura y una especie de salto al vacío sin red, que puede no contentar a los fans de las dos entregas de Kinsgman. No es una precuela decepcionante porque es una buena película de aventuras y de espionaje, aunque sí es mucho más sobria de lo que cabría esperar en esta franquicia.

SONIA BARROSO.-

 

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