Testigo, aunque es más adecuado su título original La mécanique de l´ombre, es un thriller francés que sabe jugar muy bien sus cartas. La trama es la siguiente: Duval (un convincente François Cluzet. Intocable, Pequeñas mentiras sin importancia) es contratado para un nuevo puesto de trabajo. Sin familia e intentando superar su adicción al alcohol acepta trabajar para una misteriosa organización y convertirse en el transcriptor a máquina de unas cintas con informaciones políticas comprometidas. Pero un día, el monótono empleo se convertirá en una pesadilla y entrará en una espiral de violencia y chantajes, teniendo que usar su ingenio y recursos para salir adelante.

Con ecos hitchcockianos este «falso culpable» u «hombre que sabía demasiado» interpretado por François Cluzet es una de las mejores bazas de este thriller que dosifica muy bien su intriga y tensión in crescendo. Con pocos elementos y personajes, la ópera prima de Thomas Kruithof, sin aportar muchas novedades al género, es un ejercicio de estilo tenso, dramático y dirigido con buen pulso, que cuenta con una atmósfera cada vez más opresora y pesadillesca. La duración del film, 1 hora y media, ayuda a que no sobre ni falte nada, pues cada personaje tiene una función dramática en la trama.

Un ejemplo más de que el thriller en Francia goza de buena salud, tras ejemplos como El caso Farewell, de Christian Carion (2009) y Cuenta atrás, de Fred Cavayé (2010), dos películas con las que Testigo guarda algunas similitudes. Tendremos que seguir la carrera de su director, Thomas Kruithof para saber si sigue por las mismas sendas o cambia totalmente de tercio.De momento nos queda este Testigo, que sin ser una película redonda, tiene muchos alicientes para entretener a la vez que poner en tensión a las plateas, sería una lástima que por venir del país galo (y no de EEUU) «pasara de puntillas» por la cartelera.

SONIA BARROSO.-