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STAR WARS: EL ASCENSO DE SKYWALKER: EL BROCHE FINAL
diciembre 20, 2019 Articulos

Star Wars: el ascenso de Skywalker es el broche perfecto a una aventura épica que empezó hace 42 años. El episodio IX de la saga cierra el círculo que ha llevado a varias generaciones a vivir una de las mayores aventuras cinematográficas de la historia. Una experiencia que ninguno de nosotros hubiera podido imaginar ni en el mejor de sus sueños. 

Esos sucesos que ocurrieron hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana no podrían resultarnos más cercanos. Star Wars vive dentro de nosotros, en el interior de millones de fans esparcidos alrededor del mundo. Y El ascenso de Skywalker nos hace sentir, más que nunca, como en casa. J.J.Abrams es uno más entre las legiones de fans de esta mastodóntica saga y así lo plasma en su aventura definitiva. 

El episodio IX es trepidante de principio a fin. Una auténtica montaña rusa de emociones, que deja sin aliento a salas de cine enteras. Una última gran aventura envuelta en un manto de épica continua. Una epopeya que desfila ante nosotros durante más de dos horas al compás de un excelso John Williams. 

J.J.Abrams apunta y dispara directo al corazón de los fans. El último capítulo de la saga une pasado y presente. Distintas generaciones se dan la mano dentro y fuera de la pantalla. Desde Qui-Gon hasta Rey; desde un niño de los años setenta que va a ver por primera vez Una nueva esperanza al cine hasta sus hijos adolescentes, que asisten al cierre de la saga cuatro décadas después. Dos caminos en paralelo que culminan con una explosión de nostalgia al más puro estilo Star Wars. 

El ascenso de Skywalker es una carrera de fondo repleta de obstáculos y acción. Es emoción, sorpresas y fanservice. Es el Halcón Milenario, la Fuerza y la Rebelión. El Lado Oscuro, misterio y guerra. La enésima y definitiva batalla entre la luz y la oscuridad. Entre los Jedi y los Sith. 

Una película con una increíble calidad visual (de la misma manera que el resto de la nueva trilogía) y grandes actuaciones, sobretodo de Adam Driver, que destaca por encima del resto. Cada vez que su Kylo Ren y Rey se encuentran en pantalla saltan chispas. El film alza el vuelo y se dispara la tensión. Un auténtico duelo de titanes, que desde el episodio VIII va mucho más allá del mero combate con sables láser y que se consolida aquí, siguiendo la estela dejada por Rian Johnson, aunque esta sea de las pocas líneas argumentales en qué J.J.Abrams ha seguido fiel a lo escrito por su predecesor. 

Des de luego, El ascenso de Skywalker será una película muy polémica, como ya lo fue Los últimos Jedi. La obra de J.J.Abrams polarizará nuevamente a los fans y seguro que alimentará a un montón de detractores. Pero eso es algo intrínseco al final de cualquier gran saga. Todo el mundo tiene grandes expectativas y deseos de que la historia acabe de una u otra manera. Y obviamente no se puede contentar a todo el mundo. 

Además, es cierto que el episodio IX quiere contar muchas cosas en una sola película. En ocasiones es atropellada y algo irregular. Y también se le pueden achacar otros defectos, como el abuso del componente nostálgico, la falta de un clímax a la altura del cierre de la saga, o el poco riesgo de varias decisiones de Abrams, aunque sin duda se ha atrevido mucho más que en el episodio VII. 

Pero El ascenso de Skywalker llega a través del corazón, y no de la cabeza. Es algo inefable, pero Abrams y todos los involucrados en este proyecto nos han brindado una auténtica carta de amor a Star Wars. Este final es un recordatorio perfecto de por qué estamos en el cine viendo una guerra espacial. Un recordatorio de qué es lo que hace tan grande a este universo. A través de un sinfín de guiños a toda la saga, El ascenso de Skywalker nos muestra una última vez por qué nos embarcamos cada uno de nosotros en las locas aventuras de un reducido número de idealistas que luchan contra la tiranía del mal sin perder nunca la esperanza. Un perfecto cierre del círculo, que acaba de forma inmejorable. Con ese plano y esa música. Y, por supuesto, con lágrimas en los ojos. 

MARTÍ ESTEBAN.-

 

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