SPREE, VICIOUS FUN Y UN EFECTO ÓPTICO EN SITGES

Spree

Spree (2020)

En la Midnight X-Treme tenemos a “Spree”, con el aliciente de ver en un papel protagónico el que, para mí, ha sido una revelación en Stranger Things, Joe Keery. En este caso, tenemos una película donde, en clave de humor muy negro, se nos muestra la obsesión por los followers y likes en redes sociales, muy al estilo Black mirror, pero con un punto más gamberro y violento.

En Spree, Joe interpreta a Kurt, un chico del montón cuyos pocos seguidores en redes sociales no le hacen caso y él, obsesionado con tener más impacto, decide aprovechar su trabajo de conductor para grabar cómo mata a sus clientes en directo. Lo curioso del asunto es que en las mismas redes sociales ni sus seguidores se creen que lo esté haciendo de verdad, con lo que Kurt va subiendo el nivel.

 

 

Una película rodada desde el punto de vista de su móvil o cámaras instaladas en su coche, Spree es un divertimento que al menos dá lo que promete: un personaje desesperado por la fama y una serie de asesinatos (algunos francamente divertidos, que alguna de las víctimas se las trae…) divertidos y salvajes.

 

 

El mensaje es claro y el final lo hace más potente: todo el mundo quiere tener más seguidores y se rinde a sus deseos con tal de no perderlos. Esta cultura actual del “todo por el todo” es lo que refleja Spree perfectamente y dá que pensar hasta qué punto estamos cerca (o ya estamos) de tener asesinatos en directo por gente cuyo afan de protagonismo supera el margen de la locura ampliamente.

 

Vicious fan

 

Vicious fun (2020)

La película inaugural dentro de la sección Panorama es una oda al cine de los 80 y al slasher más divertido y referencial. La película, protagonizada por Evan Marsh y una robaescenas como Amber Goldfarb (que me ha recordado a la Samara Weaving más rompedora como en Guns Akimbo), es un homenaje a los asesinos en serie del cine.

 

 

De hecho, el protagonista acaba sin querer en una reunión, que la podríamos llamar de “asesinos anónimos”, coordinada por el gran David Koechner, que últimamente le encanta dejarse caer en películas de terror (como en Zombie Camp). Los asesinos son estereotipos de algunos bien reconocibles, como Jason o Hannibal Lecter, y el cómo se dan caza a lo largo de la película hace que uno no tenga un solo momento de descanso ni de diversión.

 

 

Porque la película es eso: un producto divertido, referencial en cuanto la música y estética ochentera y con un protagonista torpón junto a una secundaria que brilla en pantalla y que incluso merece una película propia (hay historia que contar de ella, una precuela sin ir más lejos que se podría llamar Utah mismamente). Por eso, Vicious fun es, como indica su nombre, una diversión en estado puro y una película que se agradece para poder pasar un buen rato.

 

Un efecto óptico

 

Un efecto óptico (2020)

Juan Cavestany. En dos palabras podríamos definir esta película. ¿Peli a recomendar? Complicado. No es fácil de digerir si no entras en su juego. A mí, personalmente, me pareció brillante dentro de lo que la película (y el cómo se cuenta) es. Pero como muchas de sus películas (Gente en sitios por ejemplo) no es para todos los públicos. Muchos lo conocerán por ser el creador de las series de tv Vergüenza o Vota Juan, pero no son nada en comparación con su cine. Él no lo pone fácil al espectador, su mundo y su universo es especialmente particular. Y su modo de contar una historia también.

 

 

En Un efecto óptico podríamos hablar de una crisis de pareja entre Pepón Nieto y Carmen Machi. Algo tan simple como irse de viaje y a uno le apetece y el otro va forzado, pero no lo quiere decir por no herir a la pareja. Algo tan simple y que todos/as hemos vivido en algún momento (“No me importa ir a cenar este sábado con tus padres”, esa frase que a cualquiera le suena). Pero el juego empieza allí: esa crisis se va viendo a medida que ese efecto óptico que da título a la película se hace más palpable por ambas partes. ¿Al final todo cobra sentido? No, para nada. De hecho, lo que uno debe evitar es hacerse preguntas al acabar la película y gozar del viaje vivido. Darse cuenta de que en la negociación está la felicidad, que lo que para uno es malo y para el otro es indiferente, con decirlo basta para llegar a un acuerdo. Un “hoy por ti, mañana por mí”. Y en Un efecto óptico el acercamiento de posturas se plasma visualmente en una ciudad que, poco a poco, cobra forma y se vuelve más consciente de lo que es: una metáfora de una relación.

 

 

Y a ese juego juega Cavestany con nosotros, a que las relaciones se deben construir poco a poco y con ayuda de ambos hasta que todo cobra sentido. A mí parecer, no es tan divertida como Gente en sitios, pero no puedes dejar de sonreír en cuanto a lo surrealista de la propuesta y, en un segundo visionado, puede que las analogías cobren forma cada vez más. A pesar de todo, es un ejercicio fantástico hacia el espectador, que, si entra en su juego, puede disfrutar mucho.

 

JOSÉ ISAAC PELLICER.-

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