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SORDO: UNA HUÍDA INTERMINABLE
septiembre 11, 2019 Articulos

Corre el año 1944. España vive sumida en la cruenta posguerra y el régimen franquista ejecuta con mano de hierro una dictadura que no parece tener un  final próximo. Es en este contexto – basado en hechos reales – que un grupo de
guerrilleros se infiltra en el país desde el exilio francés como avanzadilla de lo que pretende ser una futura reconquista republicana. Sin embargo, el  protagonista de Sordo, Anselmo Rojas (interpretado brillantemente por Asier  Etxeandia), pierde a sus compañeros en una explosión provocada por el  enemigo y corre a refugiarse en las montañas para huir. Pero eso no es todo. Anselmo se queda totalmente sordo, y deberá sobrevivir con este enorme
hándicap.

Es así como este original largometraje nos sumerge en las pieles del guerrillero, haciendo sonar únicamente un ligero silbido cada vez que asistimos a la acción des de su perspectiva. Una perspectiva que consigue hacernos cómplices de la angustia por no oír nada de lo que sucede alrededor, especialmente cuando el protagonista se ve envuelto en situaciones peligrosas.

En estas pésimas condiciones, y con el ejército pisándole los talones, Anselmo pasa por un sinfín de contratiempos, sufre hambre, frío y una creciente pérdida de fe en la victoria de su bando. De hecho, su situación se asemeja a la plasmada por Alejandro González Iñárritu en su película El renacido. El personaje de Asier Etxeandia trata de sobrevivir huyendo durante días y días a través de bosques, llanuras y montañas como hiciera el alter ego de Leonardo DiCaprio en el papel que le valió el Óscar en 2015.

Además, Sordo también tiene reminiscencias del film del director mexicano en cuanto al carácter contemplativo de la cinta. Aunque la película dirigida por Alfonso Cortés-Cavanillas goza de mucha más acción, también se recrea
mostrando increíbles paisajes propios de una postal. Y éste es precisamente uno de los principales puntos fuertes de Sordo. Su impresionante fotografía (a cargo de Adolpho Cañadas) resulta toda una gozada, y no únicamente en
exteriores. Los interiores que aparecen a lo largo de la pieza – ya sean una iglesia, una casa particular o un comercio – cuentan con una interesantísima iluminación, que juega constantemente con los claroscuros aprovechando el
contraste entre el sol que entra por los grandes ventanales y las oscuras y tristes estancias propias de la época.
En contraposición, el constante lucimiento de los escenarios en ocasiones también puede resultar algo pesado. Y, del mismo modo, hay algunas escenas que se alargan en exceso. Parece que vayan a cámara lenta y eso puede
desesperar o impacientar un poco al espectador, aunque hay que reconocer que estos momentos llevan la tensión y la incertidumbre del «¿qué va a pasar?» hasta su punto álgido.

Respecto al reparto, Etxeandia no es el único que se luce, ya que todos los involucrados en la película muestran un nivel muy alto y nos meten de lleno en la acción. Pura acción bélica en un destacable spanish western de la
posguerra.

MARTÍ ESTEBAN.-

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