SONRISAS Y LÁGRIMAS

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Con sólo cuatro películas como director, Azuloscurocasinegro, Gordos, Primos y ahora, La gran familia española, Daniel Sánchez-Arévalo se ha convertido en un soplo de aire fresco en el nuevo cine español. Ha sabido trasformar la comedia y el drama y llevarlos más allá, con dignidad y sin perder un ápice de frescura.

Su obra cumbre es, sin duda, ésta última, La gran familia española, cinta preseleccionada para representar a España en los proximos Oscar. Se trata de un retrato sobre cinco hermanos que no pueden ser más distintos: Adán (Antonio de la Torre), el mayor, deprimido tras un divorcio con una hija preadolescente; Benjamín (Roberto Álamo), el retrasado, pero a la vez lúcido y entrañable; Caleb (Quim Gutiérrez), doctor rebelde que decide dejarlo todo e irse a África, desde donde vuelve con un gran secreto; Daniel (Miquel Fernández), que desea ser como su hermano Caleb; y Efraín (Patrick Criado), que quiere casarse con sólo 18 años con la niña de la que ha estado enamorado desde la infancia, lleno de dudas e inseguridades. Todos se reúnen con motivo de la boda del más pequeño, una boda que queda interrumpida por el empeoramiento de salud de su padre (Héctor Colomé, quien casualmente es el padrastro en la vida real del director, Daniel Sánchez-Arévalo). 

La película, que comienza como una comedia, de reencuentros familiares a cuál más surrealista y de divertida boda (sólo hay que ver el curioso baile de la entrada a la ceremonia a riitmo de I feel so close), deriva hacia otros derroteros más dramáticos: Cada vez, la historia de estos hermanos se torna más amarga, en cuanto vamos descubriendo pequeñas rencillas y, finalmente, un gran secreto familiar, que los marcará a todos (y que no conviene desvelar).

Asimismo, la película acierta al retratar a Efraín y sus amores en dos tiempos (presente y pasado) y al hacer un bonito homenaje a un clásico familiar de todos los tiempos. No obstante, la cinta queda un poco más coja en cuanto a personajes femeninos: ni Verónica Echegui como Cris, ni Arantxa Martín como Carla con consiguen dos personajes femeninos redondos. Quizás un poco mejor esté Sandra Martín, como Mónica, la díscola hermana gemela de Carla. 

En definitiva, Daniel Sánchez Arévalo logra un film que es un canto al amor en todas sus vertientes: fraternal, paternal y romántico, que conseguirá arrancar del espectador sonrisas (y alguna sonora carcajada) y lágrimas de sincera emoción. Muy recomendable.

SONIA BARROSO.-

Pie de foto: Retrato de una familia, con sus luces y sombras.

 

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