REALIDAD VIRTUAL, THE BOY BEHIND THE DOOR Y THE FEAST EN SITGES 2021

Realidad virtual es una propuesta argentina dentro de la sección Panorama que toma fuerza enseguida para a continuación decaer y perderse en un intento de sorprender al espectador sin conseguirlo. Una película de “cine dentro de cine” con sus referencias que funcionan, pero que alargan hasta la saciedad y provoca que el fuelle se pierda. Un equipo que acaba de rodar su película de terror y que para montarla el director y el productor recurren a un software diabólico con intenciones en que realidad y ficción van sincronizadas y cogidas de la mano. Posiblemente sería carne de remake con algo más de presupuesto y con un equipo que buscara más la acción directa y menos drama vacuo o desenlaces alargados (sabemos desde el minuto uno quienes son los villanos y quienes sobrevivirán). Si lo hicieran sería el primero en verla.

The boy behind the door, siguiendo en la sección Panorama, es poco más que un telefilm de niños secuestrados un poco pasado de rosca en momentos puntuales. Un survival con niños que hace que hasta que no se desvela la identidad del secuestrador (que sorprende por aquello de que el terror puede vivir en quien menos te lo esperas) no acabe de tomar una tensión palpable, más allá del “Ay que lo pillan” y obviamente sabemos que no va a ocurrir (vamos, que si lo pillan la peli acaba). Tal vez la edad de los niños impide que ciertos momentos se desaten más y se convierta en una película más loca. Es evidente que no pueden rodar algo del nivel de “Martyrs” con niños de 9-10 años pero algo más de tensión hubiera sido de agradecer. Uno no se cree que vaya a acabar de otra forma a como acaba y por eso la falsa tensión no funciona y es más un engañabobos que un recurso útil.

The feast es dentro de la sección oficial una de las propuestas más extrañas y bizarras vistas. Pero en plan mal. Es decir, una película bizarra puede ser divertida y provocar sorpresa. En este caso, una cena entre amigos se convierte en una locura por culpa de la aparición de una ayudante de cocina que, sin saber muy bien quién es o cómo ha llegado hasta ahí, empieza a torturar a su manera a cada miembro de dicho grupo. Su ritmo pausado y su falta de información hace que sea una película más del estilo de dejarse llevar por las imágenes que entender lo que ocurre. Ni tan solo varios momentos desagradables hace que el conjunto valga la pena, porque no acabamos de entender lo que ocurre o por qué ocurre. Y repito: el ritmo es un lastre. Hasta que no avanzamos al tercio final su esquema de capítulos (que tampoco entiendo el por qué de esa decisión) es más un suplicio para el espectador que un intento por captar la atención o explicar lo que ocurre. No es para mí, francamente.

JOSEP ISAAC PELLICER.-

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