READY PLAYER ONE: A LA CAZA DEL GUIÑO

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Año 2045, el mundo vive en una enorme depresión a nivel mundial y la mayoría de la población subsiste como puede, al igual que Owen Watts, un chaval huérfano que vive en una caravana con sus tíos. Sin embargo, un videojuego de realidad virtual llamado OASIS, creado por un geek de la cultura pop de los años 80, proporciona la vía de escape que las personas necesitan. Y aún más cuando se revela que en ese lugar se esconden las piezas de un rompecabezas cuya resolución conduce a una fortuna de medio billón de dólares y el control total de todo OASIS. Este es el punto de partida tanto del bestseller de Ernest Cline y de la última cinta de Steven Spielberg: Ready Player One.

Lo primero que llama la atención de dicha premisa es el nombre a que va asociada a la dirección. Ahora que el revival 80 triunfa en Netflix con los hermanos Duffer, (Sí, estoy hablando de Stranger Things) no podía ser otro que Steven Spielberg el que dirigiera un homenaje virtual a ese tipo de cine que el abanderó en calidad de productor y director. Ese cine espectáculo con espíritu de maravilla de películas como Indiana Jones, Regreso al Futuro, Star Wars, etc esta presente en un film tan lleno de easter eggs que se necesitan mas de un visionado para encontrarlos y aunque es vital para el desarrollo de la trama (los distintos enigmas consisten en descifrar algunas de esas referencias) no convierte el film en un festival de la referencia vacuo. Porque Ready Player One es una magnífica película de aventuras y ciencia ficción con sello propio que va dirigida tanto al público gamer de hoy en día como para el público que bailó Duran Duran y disfrutó del blockbuster spielbergiano en los 80.

Las claves para que el film funcione, al menos bajo mi prisma, son los siguientes: Primero, una buena historia en la que el propio Ernest Cline está en el guión junto a Zack Penn y Eric Eason, lo que ayuda que a pesar de no poder contar muchas veces con las mismas referencias del libro (ya sea por tema de derechos o no poder reproducir recursos típicamente literarios al cinematográfico) hace que el film no se resienta y los personajes y la trama evolucione. En segundo lugar, la dirección de Spielberg. No en vano, Spielberg no sabe dirigir mal y si sus películas son mejores o peores depende buena parte del material de partida y del enfoque del mismo. Pero este film tenía un gran reto ya que mas de la mitad de la acción humana sucede en OASIS y usa los recursos hiperbólicos e infográficos del videojuego. Esto podría ser un arma de doble filo, ya que sus escenas de acción pueden ser muy espectaculares, pero podrían desconectar al espectador, entre la saturación de efectos y la no identificación con los avatares. Pero Spielberg acompañado de su equipo habitual (Janusz Kaminski en la fotografía y Michael Kahn en el montaje) hace que en todo momento las escenas de acción fluyan y su clara exposición hace que se disfruten sin los problemas que adolece el cine digital de hoy en día de esa índole. Quizá es cierto que cierta batalla en algún momento personalmente me atolondró un poco. Pero es que luego tras ese «pequeño bache», el film encadena escena tras escena de forma magistral hasta un final de aplauso.

Y es que, si bien la parte digital es la reinante, gran parte del metraje esta servida en el mundo real por grandes actores y escenas de acción que se combinan a la perfección con OASIS. Los que recordéis Ben Mendelsohn como gran villano en Rogue One, preparaos para Nolan Sorrento, porque el actor vuelve a repetir rol de antagonista, pero aún esta mas brillante que en el spin off de Star Wars. Además de eso, Mark Rylance y Simon Pegg lo bordan en sus respectivos roles, los cuales nos recuerdan por analogías a casos reales del presente y por último, el gran carisma de los actores jóvenes encabezados por Tye Sheridan y Olivia Cooke, vistos en X-men Apocalipsis y Yo, él y Raquel, respectivamente.

En definitiva, una montaña rusa magnífica para disfrutar en el cine, sin dejar de reflexionar casi sin querer del mundo corporativo con sus luces y sombras, así como de las últimas tecnologías que nos evaden de la realidad. Un debate para otro día, pero no por eso más pertinente, y más si estás leyendo esta crítica en tu móvil, tablet, etc…

JOAN BOTER ARJONA.-

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