PRINCESAS Y DRAGONES

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Ryan Gosling es un actor/galán atípico. En continua búsqueda del “más difícil todavía”, es tan recordado por El diario de Noah como por Drive. Huye de ser el joven actor guaperas arquetípico. Y en esa huida, ha actuado con directores como Nicolas Winding Refn, Derek Cianfrance, George Clooney, Terrence Malick o Marc Foster.

Para Lost River, su primera película como director, en la que también es responsable del guión, parece no haber renegado de la experiencia acumulada durante años, sino que la celebra, utilizándola para conseguir un pulso tan firme como propio detrás de la cámara. Una ópera prima como declaración de intenciones. El director Gosling sabe cuáles son sus bazas y las emplea como pilares fundamentales de la película: Un acertado reparto, una fotografía magnífica y una historia onírica.

Argumentalmente, Lost River tiene la estructura clásica de un cuento. Hay princesas Christina Hendricks, Barbara Steele y Saoirse Ronan), hay dragones (Matt Smith, Ben Mendelsohn, incluso la propia crisis financiera) y hay héroes (Iain De Caestecker, sobre todo, pero también Reda Kateb). Seres que conviven en un pequeño reino gobernado por el fuego y el agua, elementos tan poderosos como antagonistas, que rigen el devenir de los personajes, que pelean por subsistir en un tiempo de depresión económica asfixiante. Crisis que inunda e incendia cada rincón de la ciudad.

Los personajes femeninos son el motor de la historia. Algunas, como Hendricks  y Ronan, son princesas sin reino que se enfrentan a sus propios dragones, y que empujan a Bones (Iain De Caestecker) a hacer lo mismo. Mujeres cuya mirada, entre inocente y retadora, transmite el dolor y la entereza con la que se enfrentan al enemigo. Otras, como reinas de la fiesta (Eva Mendes) o antiguas reinas del baile (Barbara Steele), son el reflejo las protagonistas, aquello en lo que pueden convertirse si reconocen al enemigo a tiempo.  Todas ellas se enfrentan, o se enfrentaron, al dragón que, bajo la apariencia de un embaucador príncipe, pretende engañarlas. En cuanto a los personajes masculinos, son héroes y villanos, y nos  muestran la delgada línea que los separa a unos de otros.

En lo que se refiere al aspecto audiovisual, es muy posible que estemos ante uno de los estrenos más potentes de este año en este apartado. Muy cuidada en todo momento, la fotografía de Benoît Debie tiene momentos que van desde una tremenda y emocionante ternura hasta lo más macabro. Y entre ambos polos, destaca la belleza de cada fotograma, así como el poderoso cromatismo del fuego, y el uso de las sombras y claroscuros. Debie ilumina el horror y ensombrece la belleza y, de esta manera, confiere carácter a la cinta. También destacable la banda sonora de Johnny Jewel, con piezas que acompañan y envuelven a las escenas. Jewel es también el compositor de Tell me, canción que interpreta Saoirse Ronan y que nos brinda una de las escenas más conmovedoras de la película.

En conjunto, el debut de Gosling es un ejercicio personalísimo de cine, atrevido y atractivo, que admite tanto sus deudas cinematográficas, como sus posibles defectos (e incluso juega con ellos). Gosling no ha querido rodar una gran película, sino “su” película. Cine con el que dejarse llevar que, por supuesto, contará con detractores. Sin embargo, si estamos dispuestos a que Gosling nos cuente un cuento, la experiencia resulta muy gratificante.

IMMACULADA PILAR COLOM.-

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