PARIS DISTRITO 13: TREINTEAÑEROS EN LLAMAS

(1 votes, average: 5,00 out of 5)
Loading...

 

Hay películas que nos cambian la vida, otras que sólo nos entretienen, algunas que nos hacen reflexionar a posteriori, otras nos dejan fríos o indiferentes. En el caso del cine de Jacques Audiard, dicho de antemano, uno de mis directores de cine preferidos en la actualidad, uno entra casi religiosamente en sus tramas e historias y casi nunca sale indemne de ellas. De algún modo, acaba implicado o transformado, o cómo mínimo, un poco trastornado. Es el caso de joyas como la visceral De Óxido y Hueso, la impactante Un profeta, la aún desconocida (y a reivindicar) Lee mis labios o la desasosegante De latir, mi corazón se ha parado, por citar sólo cuatro títulos. Si a Audiard le sumamos el talento y la sensibilidad de Céline Sciamma (Retrato de una mujer en llamas, Tomboy, Girlhood), que aquí ejerce labores de guionista al adaptar una historia de lo más contemporánea, el cóctel no puede ser más adictivo.

París, distrito 13 nos regala un retrato rabioso y actual, tan divertido como punzante, de la generación de los 30 años, con un ritmo que no decae, desde un primer fotograma que te mete de lleno en la trama, es de lo mejor que he visto en el cine contemporáneo. Las historias cruzadas de Émilie, Camille y Nora nos hacen sonreír, a la vez que nos proporcionan un gran bocado de realidad sobre las relaciones personales (afectivas y sexuales) de una generación abocada a la confusión sentimental y sexual, al Tinder, al porno…Una generación que se ve arrojada también a la insatisfacción laboral -tras haber estudiado y tener que trabajar de algo totalmente distinto a la preparación de uno, por ejemplo, o de no llenarse con lo que uno está ejerciendo-. Una generación que intenta «buscarse la vida» lo mejor que puede, dando bandazos.

El retrato no es oscuro ni deprimente, es más, hay momentos en que incluso es luminoso, aunque sí es desencantado. Los suyos son personajes luchadores, supervivientes, más o menos implicados social y laboralmente, aún con las brújulas emocionales que no saben si marcan al norte o en qué dirección, ya que son incapaces de amar -o no quieren admitir que se enamoran-, sino que, a simple vista, sólo parece que les llene picar de flor en flor. Ojo, que seguramente, esto es sólo una apariencia.

La historia, que acontece en el distrito 13 de París, -que para los que no conozcan la ciudad de la luz, es una especie de barrio chino, dónde conviven negocios de inmigrantes con tiendas de lo más chic y vanguardista-, aunque podría bien estar ambientada en el Raval de Barcelona o en el Camden londinense o en el centro de Tokio o de Nueva York, ya que la historia y sus personajes son tremendamente actuales y reconocibles en cualquier cosmópolis de este lugar llamado Tierra.

Audiard y Sciamma consiguen la magia. Es poesía de la época actual, sin sensiblerías. Filmada en riguroso blanco y negro y con una planificación deslumbrante -no sólo me refiero a la escena de arranque, sino durante todo el metraje-, al mismo nivel que la historia; unos diálogos chispeantes y vivos, -que son directamente para aplaudir y para enmarcar-. Y qué decir de sus actores, todos ellos en estado de gracia. Lucie Zhang es toda una revelación-no en vano, muy merecido el giraldillo a la mejor actriz en el festival de Sevilla-, aunque Noémie Merlant como contrapunto femenino y Markita Samba como el vértice masculino de este peculiar triángulo amoroso no se quedan atrás, y también están creíbles y aportan verdad a sus personajes. Aún hay un cuarto personaje de mucha relevancia, el que interpreta Jehnny Beth, Amber Sweet en la historia, una actriz del porno hub, que dará una perspectiva distinta e inesperadamente humana en la trama.

Paris Distrito 13 pasará desapercibida para el gran público. No es el tipo de cine que atraiga en masa a los espectadores a las salas, aunque si se acercan y se dejan llevar, seguro que van a quedar gratamente sorprendidos. Es más, la que firma estas líneas salió casi flotando de verla, con una sonrisa de oreja a oreja y completamente llena de amor por la vida y, por ende, por el cine. ¿O era al contrario?

SONIA BARROSO.-

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *