OTRA RONDA: CATARSIS ETÍLICA DE LA MEDIANA EDAD

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La apatía del hombre de mediana edad. Unos hombres que son profesores, aunque no se sienten completamente realizados en su tareas docentes ni en su vida personal. El alcohol y los encuentros entre amigos como vía de escape de su realidad. Siguiendo las teorías de Finn Skäderud, un conocido psiquiatra noruego que afirma que todos nacemos con un déficit del alcohol en sangre del 0,5% , cuatro amigos interpretados por Thomas Bo Larsen, Margnus Millang, Lars Ranthe y el que es más conocido de ellos, el danés más internacional Mads Mikkelsen componen Otra Ronda (Druk), un retrato de los sueños rotos y de la crisis de los 50. A través de sus peripecias personales y docentes asistimos a esta celebración de la amistad en la que Thomas Vintenberg, de nuevo cámara en mano, -como ya lo hiciera en trabajos anteriores, tales como Celebración y La Caza, no en vano fue uno de los precursores del movimiento Dogma- y a este íntimo retrato de estos amigos en la mediana edad con rumbo errático. Los sinsabores de las relaciones amorosas se suplen con una oda a a la camaradería  y un culto a beber para celebrar la vida.

Si en La Caza se trataba un drama más contundente con la acusación por abuso a menores como telón de fondo, aquí parece en apariencia una película menos definida y un poco más excéntrica, de cadencia más lenta e intenciones menos concretas que el anterior trabajo del director danés. Vintenberg ha logrado esta vez colarse entre los candidatos a mejor director en los Oscars, siendo Otra Ronda nominada y principal candidata a llevarse la estatuilla como mejor film de habla no inglesa. Asimismo, ya tiene en su haber varios premios del cine europeo y el César a la mejor película extranjera.

El protagonista es Mikkelsen, quien se erige como la figura de la masculinidad abúlica, aunque normal y corriente, del hombre de clase media eternamente insatisfecho, aunque desde fuera pudiéramos pensar que lo tiene todo para triunfar. Los cuatro profesores amigos acabarán topando con una tragedia, lo que les hará vivir el aquí y el ahora todavía con más intensidad, tal y como vemos que hacen sus jóvenes alumnos del instituto. Por ello, Vintenberg encadena clases con reuniones de esta pequeña «sociedad alcohólica» de amigos hasta desembocar en un final que es una liberación, una catarsis como pocas veces se ha vivido en una película a ritmo del What a Life, de Scarlet Pleasure, que se alza como leit-motiv y que encierra una auténtica reflexión sobre una filosofía de vida en la que han de correr también litros de alcohol por las venas.

SONIA BARROSO.-

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