OSO VICIOSO: SANGRE Y CARCAJADAS

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Por muy surrealista que parezca, la historia de Oso vicioso está basada en hechos reales. En 1985, un traficante que trasladaba en una avioneta más de ciento treinta quilos de cocaína murió tras lanzarse en paracaídas con demasiado peso, y toda la carga quedó esparcida en un bosque de Georgia. A continuación, un oso ingirió parte de la droga y murió por sobredosis. Una suceso ya de por sí rocambolesco y que Elizabeth Banks lleva aún más al extremo convirtiendo al animal cocainómano en una máquina de matar.

Oso vicioso sería un auténtico disfrute para toda la familia si no fuera por los litros y litros de sangre. La película no tiene ningún tipo de reparo en mostrar miembros amputados, órganos y heridas de bala a diestro y siniestro a medida que el peludo villano va topándose con nuevas víctimas en el bosque. Y es esa violencia sin complejos, esa valentía en una propuesta tan absurda, lo que hace de Oso vicioso un entretenimiento genial.

Humor, acción y gore se juntan para hacernos pasar un rato de lo más distraído en un metraje de los que ya no se ven: 95 minutos, lo justo y necesario. Y se podría haber recortado un poco más incluso, ya que tanto la trama de los protagonistas como la de los traficantes que van en busca de la cocaína perdida son lo más flojo de la película, que brilla únicamente cuando el oso entra en modo demoníaco. Además, es una lástima que el último papel de Ray Liotta sea la interpretación más bien pasable del líder de los criminales.

Aún así, Elizabeth Banks nos brinda con Oso vicioso una propuesta original con toques de slasher, un thriller humorístico muy fructífero en su afán de entretener al gran público. Un ‘guilty pleasure’ de manual que bien puede solucionarnos una tarde aburrida de fin de semana.

MARTÍ ESTEBAN.-

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