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ONWARD: AMOR FAMILIAR Y MAZMORRAS
marzo 2, 2020 Gran Publico

Onward

«Al principio todo era diferente, lleno de maravillas y aventuras épicas… y existía la magia… Pero entonces, los científicos e inventores lo hicieron todo más fácil»… Así comienza la última creación de Pixar Onward, basada en un mundo de fantasía suburbana.

El progreso acabó con la era de los héroes y los magos para situarnos en un presente muy parecido al nuestro, aunque protagonizado por seres mitológicos de lo más variopintos. Desde los unicornios y pegasos callejeros, al dragón doméstico, pasando por muchas otras especies como los cíclopes, faunos, centauros y… por supuesto, los elfos.

De hecho, dos elfos adolescentes protagonizan esta maravillosa historia llena de ternura, ilusión y amor, pero no amor romántico, sino amor familiar del bueno, ese que se entabla entre padres e hijos, hermanos, e incluso, padrastros, que aunque no existan los lazos de sangre, sí existen los del cariño.

Como era de esperar, el guión sigue las fórmulas típicas en este tipo de producto, pero lo hace de una forma épica y llena de gags simpáticos como guiños al mundo fantástico de dragones y mazmorras.

Los avances tecnológicos han adormecido la fuerza y la magia que reside en los personajes que desfilan ante nuestros ojos. Todos se han acomodado a sus rutinas. Todos, menos Barley, hermano de nuestro protagonista Ian y entusiasta jugador de rol y cartas que está convencido de la verdad histórica que se esconde detrás de sus juegos. Él será una pieza clave en el camino que emprenderán ambos hermanos en busca de los últimos resquicios de la magia y el espíritu de su padre.

Si hay algo que me ha gustado de esta película han sido los personajes, y no porque rompan moldes, que no lo hacen ni por asomo, sino porque todos tienen sus momentos de gloria en el que se comen la pantalla y que les hace brillar por sí mismos y no como comparsas del protagonista. Porque esta historia va del adolescente perdido que busca su lugar en el mundo y anhela llenar el vacío de su interior con recuerdos de su padre fallecido antes de que él naciera; pero también va de su intrépido hermano mayor al que le da igual no encajar y ser el rarito porque no quiere tener que volver a arrepentirse de nada; de la madre que intenta rehacer su vida, y la de su familia, y que no dudará en dejarlo todo para correr a salvar a los inconscientes de sus retoños… Incluso del padrastro acomodado en su zona de confort, que tendrá que salir de sus límites por amor a una familia que adopta como suya propia; y, por supuesto, de la histriónica mantícora que, básicamente, está como una cabra y el estrés acumulado le hará vivir su propio “Un día de furia” particular. Es más, hasta la figura paterna perdida se hace notar muchísimo en todo el metraje y casi podemos empatizar con su deseo imposible de ver crecer a sus hijos y su carácter despistado y desenfadado.

En definitiva, esta conmovedora película no sorprende ni presenta nada nuevo en sí misma, pero asegura un viaje divertido, emocionante y muy emotivo siguiendo los caminos del héroe y escarbando en los lazos del amor y del subconsciente con mucha maestría. A veces se necesita una aventura a tierras lejanas e inhóspitas para volver al punto de partida y pararnos para vernos a nosotros mismos y a quienes nos acompañan en la vida desde los ojos del corazón.

DÁCIL MUÑOZ PORTA .-

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