México. Una familia adinerada celebra una boda mientras emergen protestas en las calles de todo el país. De repente, la revolución interfiere en el oasis de calma y prosperidad de la ceremonia y todo cambia. Disparos, saqueos, destrucción…el golpe de estado es una realidad. Se ha impuesto un Nuevo orden.
Michel Franco va con todo en este thriller distópico saturado de violencia. Unos quince minutos de tregua iniciales son la única concesión que nos ofrece. A partir de ahí, estamos a merced de la turba enfurecida. El mundo que conocíamos es un caos. El destino, incierto. Solo podemos seguir a la novia de esta boda fallida y a sus sirvientes en su desconcertante y aterrador intento de sobrevivir.
Nuevo orden es una película distinta, que se atreve a ponernos en una situación incómoda y nada habitual. Nos empuja a empatizar con los ricos protagonistas y a recelar de la revuelta popular, que carece de desarrollo narrativo alguno. Una revuelta, por cierto, que solo cuenta con indígenas, en oposición a la tez blanca de la mayoría de personajes acaudalados que aparecen. Algo que podría leerse como un mensaje racista que, además, busca criminalizar a las clases bajas, pero que en realidad es un ejercicio más complejo de crítica social que solo entendemos del todo al final de la película.
La primera mitad del filme es (tras esos minutos iniciales) un desfile incesante de violencia indiscriminada a la velocidad de la luz. Sin entender nada de lo que sucede, sorteamos barbaridad tras barbaridad como si de una carrera de obstáculos se tratara. Aunque el ejercicio que propone Michel Franco es mucho más agotador.
La segunda mitad, en cambio, nos deja tomar algo de aliento y mantiene un ritmo más pausado. Pierde un poco de interés y quizá no explota del todo su estimulante planteamiento. No obstante, los sobresaltos ocasionales y la desesperación siguen bien presentes. Seguimos sin entender qué está sucediendo, y seguiremos sin entenderlo demasiado cuando se vuelvan a encender las luces de la sala tras el arrollador desenlace. Eso es lo más aterrador.
O quizá lo más aterrador es que Nuevo orden no explora necesariamente un escenario fantasioso, si no que narra una historia muy realista. Más allá de los detalles (y de la probabilidad de que algo así suceda en México), los golpes de estado y las revoluciones no son algo excepcional en la historia de la humanidad, y la violencia extrema y la crudeza que vemos en pantalla beben de actos – desgraciadamente – muy reales para homo sapiens. Precisamente por eso, Nuevo orden es de esas cintas que nos dejan bien tocados, dándole vueltas a lo que acabamos de presenciar.
La cinta tiene sus puntos flojos, como un escaso desarrollo de los personajes o su corta duración. Además, la violencia muy explícita y la maniquea presentación del conflicto en su capa más superficial crearán división y polémica. Pero Nuevo orden es en realidad una compleja y vertiginosa propuesta que resulta muy valiente y poco común en los tiempos que corren. Una experiencia que hará pasar un muy buen rato a muchos espectadores. O, para ser más precisos, un muy mal rato que valdrá mucho la pena.
MARTÍ ESTEBAN.-
Estoy totalmente de acuerdo con tu último párrafo. No logré empatizar con unos personajes planos de los que no sabemos qué pueden estar pensando o sintiendo o lo que les lleva a hacer lo que hacen. Los veo bastante planos y estereotipados. Algunas de las escenas me parecen bastante gratuitas y metidas por que sí, sin aportar mucho a la historia. No me enganchó mucho, la verdad.