NOCHE REAL, DE SOBRIEDAD Y CONTENCIÓN

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El día de la Victoria en Europa marca el fin de los conflictos de la Segunda Guerra Mundial en el viejo continente. La gente salió en masa a la calle para celebrar el fin de unos años terribles y las entonces muy jóvenes princesas de Inglaterra no quisieron perder la oportunidad. El hecho real en que se basa Noche Real consistió en que la futura reina Elizabeth (Sarah Gadon), su hermana Margaret (Bel Powley) y un grupo de treinta personas entre amigos, acompañantes y escoltas militares, abandonaron el palacio de Buckingham para unirse a la plebe en un momento de júbilo nacional.

El desarrollo de los acontecimientos, descrito como “la historia no contada”, transforma la nutrida expedición en un grupo de cuatro personas, las hermanas de la realeza y dos oficiales. Tan pronto como llegan al Ritz de acuerdo al programa oficial, las dos princesas quedan decepcionadas ante la perspectiva de una noche diplomática y formal, por lo que no tardan en burlar a sus guardianes y adentrarse en un bullicioso mundo que les resulta por completo desconocido. Conceptos como viajar en autobús no es algo que haya formado nunca parte de sus vidas. Mucho menos pagar por hacerlo.

No es sorprendente que la película llegue a nuestras salas un año después de su estreno en UK pues gran parte de su carisma reside en la conexión y el aprecio que los británicos puedan sentir por su realeza. Para el resto del mundo resulta complicado sin embargo empatizar con unos personajes nacidos a tantos niveles sobre el común de los mortales, mucho menos en la actualidad, tras tantos años de crisis económica global. La confianza en nuestros gobernantes o el status quo nunca fue menor. Todo esto juega en contra de una historia ya de por sí muy contenida. En ningún momento se desmadran los personajes hasta rozar siquiera el escándalo, quedando esta perspectiva en principio novedosa sobre la realeza en una experiencia decepcionante. En su otra vertiente, precisamente de crítica a la sociedad y la supuesta importancia de la familia real, las objeciones encarnadas en un soldado rebelde (Jack Raynor) se quedan en una mera queja políticamente correcta, sin decir nada que nos haga reflexionar por su profundidad o su dureza, cuando un veterano de guerra tiene mucho que aportar en ambos sentidos. Para terminar de dulcificarlo, surge un interés romántico entre el personaje de Raynor y la futura reina, diluyéndose por completo el mensaje.

Igual de contenida resulta Noche Real en casi cualquier otro aspecto, sorprendiendo especialmente la dirección de fotografía, que siendo perfectamente correcta, en manos de Christophe Beaucarne (Las posibles vidas de Mr. Nobody) podría haber dado bastante más de sí.

A favor puede decirse que nunca llega a ser aburrida, encajando cada elemento en su sitio, por lo que visionarla sabiendo que nos enfrentamos a dramedia ligera con unos valores de producción decentes, conseguirá ofrecernos un rato entretenido y agradable, olvidándola poco después.

JAVIER DEL JUNCO.-

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