NICOLAS CAGE Y LA LOCURA DESATADA DE MANDY

Nicolas Cage llegó, vio y venció en el festival de Sitges este sábado desatando la locura entre prensa y público, tanto en su llegada al Meliá a las 11.30h de la mañana, como en la entrada de la rueda de prensa -que se ha retrasado 40 minutos al tener que atender a las legiones de fans que se agolpaban en la puerta para conseguir una foto o un autógrafo de la estrella de Leaving Las Vegas , La Roca y Mom&Dad, entre otras- y, por la noche, en alfombra roja a la entrada de Mandy del Auditori Meliá fans entregadísimos de nuevo para ver de cerca al flamante Gran Premio Honorífico. El youtuber Rubius hoy ha palidecido a su lado.

Mandy, de Panos Cosmatos, es una propuesta tan radical y extrema que no admite término medio. O entras en el viaje lisérgico y bizarro de una pareja de mediana edad cuya mujer es captada por una secta, o te quedas fuera. El film se estructura en dos partes muy diferenciadas, la primera en la que explica la captación y todo lo que le sucederá a Mandy, y la segunda, una revenge-movie en la que Nicolas Cage se erige como el guerrero y ángel vengador de los líderes y adeptos de una secta religiosa que sirven a una banda de moteros «flipados» a LSD y sedientos de sangre. Con unos efectos sonoros y visuales muy marcados y una estética tan potente como adictiva, Mandy puede repeler o fascinar a partes iguales. Pero ver a Nicolas Cage desatadísimo ejecutando su pequeña gran venganza ya merece la pena pagar la entrada.

Un film tan extraño como extremo que, desde mi punto de vista, está más próximo a las películas de Rob Zombie y, en algunos momentos, la soledad vengadora y la contundencia del personaje de Cage,  me recuerda a un Mad Max muy trasnochado. Una figura tanto o más icónica. Y encima, el film tiene fondo, pues no deja de ser una love story muy oscura y pasada de rosca, sin lugar a dudas. Si entras en su locura tienes más de 2 horas de disfrute garantizadas.

Piercing, de Michael Pesce, basada en la novela de Ryu Murakami, ha sido una inesperada decepción. En ningún momento he conectado con los jueguecitos sado-sexuales ni con la crueldad que se desata entre un hombre joven que deja a su mujer y bebé para adentrarse en su lado más oscuro. Fingiendo irse a un viaje de negocios, decide contratar a una «call-girl» para dar rienda a sus deseos más prohibitivos: Gozar atando a alguien. No obstante, no cuenta con que el juego se le puede escapar de las manos y que el dominador puede convertirse en dominado e ir intercambiando los roles. Un atractivo pero insulso Christopher Abott y una Mia Wasikowska que es lo mejor de la propuesta comparten habitación de hotel y de apartamento pero poco más. No saltan chispas entre ellos ni tampoco la historia atrapa ni como thriller ni como comedia -hay varios toques de comedia negra- ni como estudio dramático sobre la soledad humana. Las deserciones de público de la sala no se hicieron esperar.

 

Por último, Le nuit a devoré le monde, de Dominique Rocher, parte de la premisa de qué sucedería si fueras el único ser humano que ha quedado en París tras una noche fatídica en que la ciudad de la Luz ha sido víctima del Apocalipsis Zombie. Se trata de una película de bajo presupuesto y de autor que quiere coger el testigo de films como 28 días después, de Danny Boyle, o la serie The Walking Dead, y que puede resultar por momentos, simpática, mientras que por otros, alargada y muy lenta, a pesar de que no dura más de 90 minutos. Hay quien pueda hallar en ella ecos existencialistas para reflexionar sobre el ser humano en una situación límite, aunque en mi caso, el film no pasa de la mera anécdota y, seguramente, como corto se le hubiera sacado muchísimo más jugo. Una pena, pues sus escenas de «comedia zombie» son bastante curiosas y sacan al espectador una sonrisa, en algunos momentos.

SONIA BARROSO.-

 

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