Bone Tomahawk (S. Craig Zahler, 2015)
Bone Tomahawk es, probablemente, uno de los westerns más áridos y, a la vez, más adscrito al género que ha dado el cine del oeste de estos últimos años. Una película que basa su fuerza en el retrato psicológico y en las relaciones entre sus cuatro personajes principales y en la misión que han de llevar a cabo para hacer frente a una amenaza, que no son precisamente los habitantes de una reserva india.
Kurt Russell en el papel de sheriff realiza una de las interpretaciones más contenidas que se recuerdan para dar vida a un héroe sacrificado por la causa, mientras que Patrick Wilson -que se siente siempre más cómodo en propuestas de género, y aquí no es una excepción- es quién hará sufrir más al espectador en un personaje que se erige como «el pupas», aunque acabe sobreponiéndose a las circunstancias. Completan el elenco principal, Richard Jenkins, Matthew Fox y un personaje femenino, interpretado por Lili Simmons, que echo de menos que tenga mayor presencia en la trama, como mujer del personaje de Wilson. Como si se tratara de una nueva Noche de los Gigantes, aunque aderezada con un elemento desestabilizador del cual no conviene saber nada para dejarse sorprender. ¿O debería decir sobrecoger?,
Bone Tomahawk es una película que se cocina a fuego muy lento, como si fuera a la luz de las lumbres de los campamentos nocturnos de ese grupo de hombres reunidos para hacer frente a esa amenaza. A fuego muy lento, aunque acaba siendo muy explosivo. Sin apenas música, la banda sonora de esa especie de silbato o instrumento del mal se erige como unas notas suspendidas en el viento para reflejar el peligro, la barbarie y la crueldad más despiadada.
Durante 2 horas y 20 asistimos a la lucha, primero silente y luego más descarnada, de la humanidad frente al salvajismo. ¿Un enemigo tan desconocido como bárbaro puede poner en jaque nuestra manera de pensar, de actuar y nuestras convicciones? Esto y mucho mas en un western que es quizás una película del oeste clásica, pura y dura, aunque su coqueteo evidente con el género de terror es tan misterioso, tan tabú y tan arraigado a leyendas ancestrales que no conviene desvelar nada en absoluto.
La violencia es marcada y muy determinada, únicamente está presente en ciertas escenas, seca, contundente e inesperada. El espectador estará en vilo, es mejor desconocer que saber, ya que a veces conocer demasiado implica poder perder la vida o las condiciones físicas en el intento.
Extraña película del oeste a la que hay que llegar lo más virgen posible a su trama para que el desarrollo sea tan escalofriante como en realidad es. En solo tres películas Brawl in Cell Block 99 , Dragged Across Concrete y Bone Tomahawk, Zahler se ha convertido en un cronista de lo despiadado y salvaje que puede volverse el ser humano cuando se siente amenazado por sus semejantes o por sus oponentes. Una rareza tan clásica y, a la vez, tan subversiva y radical, que no es no apta para todo tipo de paladares ni tampoco de estómagos. No en vano se llevó dos premios en el Festival de Sitges en 2015: Mejor director para Zahler y premio de la crítica Lluís Guarner. S.B.-
Comanchería (David McKenzie, 2015)
Comanchería es una historia de western convencional llevada a la excelencia. Situada en la Texas de nuestros días, cuenta cómo los hermanos Toby (Chris Pine) y Tanner (Ben Foster) se embarcan en una serie de robos a bancos que rápidamente llamarán la atención de un Ranger, interpretado por Jeff Bridges.
La acción en este neowestern de David Mackenzie, aunque poco abundante, es muy emocionante y nos hace temer de verdad por las vidas de unos y otros. Al fin y al cabo, aunque Tanner es un ex presidiario y – en palabras del Ranger de Texas – disfruta robando y matando, Toby es una persona normal y corriente que simplemente ha tenido una vida difícil. Así es cómo la película consigue hacernos empatizar con esta pareja de desgraciados; personas condenadas a la pobreza y al ostracismo desde el mismo momento de su nacimiento.
De hecho, esta es la clave de Comanchería. Un western que, más allá de su componente thriller, destaca, sobre todo, por el factor humano que desprende. Una narración eminentemente humana, que profundiza en la relación entre los dos hermanos y, al mismo tiempo, en la del personaje de Bridges y su compañero en la policía. Como dos caras de la misma moneda, la película va avanzando mostrándonos alternativamente los progresos de ambas parejas, unos centrados en recopilar el dinero que necesitan para poder conservar la granja de la familia y los otros obsesionados con capturar a los delincuentes.
Es por eso que estamos ante una película claramente centrada en la amistad. Esa amistad que une a personas muy diferentes entre sí, que puede que se lleven mal a menudo, pero que están unidas por un vínculo muy profundo y arraigado en décadas de compañerismo. Personas que darían la vida por el otro.
Un neowestern pausado, reposado. No inventa nada nuevo, pero sí lo mejora. Sin duda, una de las mejores obras del género en los últimos años. M.E.-
Brimstone (Martin Koolhoven, 2016)
Asesinatos, violaciones, mutilaciones, suicidios…sangre y más sangre es lo que promete Brimstone. Situados a finales del siglo XIX, vemos cómo la aparentemente tranquila vida de una madre y su familia se convierte en un infierno con la llegada de un nuevo y amenazante predicador.
Guy Pearce interpreta de maravilla a este supuesto seguidor de Dios que mas bien rinde cuentas con el diablo. Empezando por su tenebrosa caracterización, el sobrio lenguaje corporal, el tono de voz, sus discursos y la constante violencia que imprime Pearce al personaje y que lo hacen verdaderamente diabólico. En oposición, Dakota Fanning clava también la representación de la madre de aspecto angelical, una comadrona muda y de piel blanquísima. Su carácter, sin embargo, dista mucho de ser únicamente el de una mujer tranquila y apacible. Liz es una auténtica superviviente que hará todo lo que esté en sus manos para huir del diablo, intentar proteger a sus seres queridos y salir adelante.
Este espeluznante cuento de persecuciones y venganzas consigue atrapar al espectador desde un buen principio y, aunque con un ritmo un poco denso y una duración algo exagerada (148 minutos), mantiene la tensión y el nivel de violencia a lo largo de toda la película. Además, su estructura dividida en cuatro capítulos de inspiración bíblica, Revelación, Éxodo, Génesis y Retribución, aporta algo de renovada frescura a la narración para hacerla más llevadera.
Sin embargo, la coherencia general de la película queda un poco tocada a causa del uso de flashbacks en alguno de los capítulos y varias actitudes o acciones de los personajes, analizadas una vez tenemos ya toda la información, resultan absurdas y poco creíbles. Pura conveniencia de guión.
También habrá quien critique a Brimstone por su violencia explícita o su falta de tacto. Incluso habrá quien la tilde de efectista. Pero nada más lejos de la realidad. Es cierto que no hace prisioneros, que es muy cruda y directa, pero todo ello está justificado por la dureza de lo que cuenta. Unos hechos, por otro lado, que no dejan de basarse en realidades históricas, sobre todo el abuso del hombre hacia la mujer y la desigualdad entre ambos. De hecho, el film de Martin Koolhoven incluye una crítica a todo ello y un potente mensaje feminista de rebeldía ante esta desagradable realidad.
Un neowestern bastante original, que no deja indiferente y que nos hará terminar la película agotados y horrorizados, pero también con un hilo de esperanza. M.E.-
Wind River (Taylor Sheridan, 2016)
Taylor Sheridan fue un brillante descubrimiento hace unos pocos años cuando muchos de nosotros nos preguntamos acerca de quién escribió las excelentes Sicario y Comanchería.
Convertido en un showrunner de éxito con múltiples proyectos bajo el brazo, antes del bajón, que fue el inexplicable tropiezo protagonizado por Angelina Jolie el año pasado, el otrora actor tejano nos regaló una pequeña pieza de cámara dirigida y escrita por él mismo, que abría viejas heridas exploradas previamente, aunque no de una forma tan ejemplar.
Un cazador de depredadores que maniobra en las lindes de una reserva india en Wyoming descubre el cuerpo sin vida de una joven conocida en medio de la nieve. Con la ayuda de una agente del FBI, encuentra ciertas resonancias con una tragedia personal y ve la oportunidad de enfrentarse a sus demonios personales.
Lo que sucede en imágenes no puede tildarse como, nada menos, que un conciso drama de personajes que se torna en un thriller modélico, de cocción lenta que se toma su tiempo en construir una sencilla historia, no carente de un efectivo impacto emocional.
La acción está muy sabiamente dosificada. Lo fácil hubiera sido unir el drama familiar del protagonista con los eventos que tratan de resolver. Pero la vida no es justa y la película, coherente con su discurso, no ofrece respuestas sino interrogantes que fagocitan una denuncia alarmante que requiere de solución inmediata. Algo que ya advertía Thunderheart, la película protagonizada por Val Kilmer, que es una especie ejercicio cinematográfico similar a las inquietudes de Sheridan antes del propio Sheridan y con menos calado.
Es realmente deprimente la falta de preocupación de las autoridades respecto a los crímenes cometidos contra las mujeres nativas americanas y su nula capacidad de respuesta frente a las desapariciones de dicho demográfico. Porque los depredadores que aquí se dan caza son auténticos lobos humanos, peores que animales.
El infierno helado, que aquí se plasma en fotogramas en movimiento, es un melancólico espejo del estado psicológico de los personajes, construyendo un glacial paisaje en el que priman unas leyes naturales ajenas a cualquier jurisdicción y donde ser agente de la ley no ofrece ninguna garantía frente a la maldad de los débiles.
Wind River es una balada melancólica, historia de redención y búsqueda de respuestas, seca canción de protesta que confirma a Sheridan como un potente cronista de lo fronterizo que, salvando las distancias, toma de clásicos como Río Bravo la importancia de puntos muertos como desarrollo de sólidos diálogos que enfatizan el drama de sus personajes.
La intriga es sencilla, casi absurdamente simple, con la intención de desestabilizar las expectativas del espectador, narrando así un relato seco sin filigranas.
Sin entrar en spoilers, se hace uso muy inteligente de un crucial flashback como cruda explicación de la tragedia, sosteniendo una tensión muy verosímil que culmina en unos quince minutos brutales antes de la conclusión.
Como expresa el personaje de Jeremy Renner, la fuerza del espíritu determina la supervivencia, el azar no existe en la naturaleza. Pero, a veces, eso no es suficiente. A.C.-
SONIA BARROSO/MARTÍ ESTEBAN/ALEJANDRO COSO.-