MOONAGE DAYDREAM: EL MEJOR RESUMEN PARA UN ARTISTA INCONMENSURABLE

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Moonage Daydream es, simple y llanamente, el documental definitivo sobre uno de los mayores artistas del siglo XX, David Bowie. Es una obra inacabable, un derroche de estímulos visuales y sonoros que al mismo tiempo nos hará reflexionar, durante más de dos horas, acerca del camaleónico músico y su impenetrable psique.

Brett Morgen produce, escribe, monta y dirige este documental que se ha gestado durante cinco años y que ha logrado un hito histórico en la historia de la ciencia: revivir a un muerto. Y es que seis años después de su fallecimiento, Morgen ha conseguido devolver la vida a Bowie delante de la cámara para que nos ofrezca el último y el mejor de sus espectáculos, pero también para que nos revele quién es en realidad. Una cuestión que – evidentemente – queda sin resolver, ya que Bowie no es nada y lo es todo al mismo tiempo. Precisamente por eso Moonage Daydream nos ofrece más preguntas que respuestas, más dudas y reflexiones que datos o certezas. La obra va de descifrar un caleidoscopio humano, surrealista y psicodélico, de la única manera posible – es decir, fracasando felizmente en el intento.

La propia película se confunde con el artista y nos embarca en un viaje totalmente inconexo pero perfectamente cohesionado de música, conciertos, reflexiones, entrevistas, actuaciones, colores y sonidos. En un baile sin fin de ch-ch-ch-ch-changes. El montaje no se organiza ni por cronología ni temáticamente. Es una compleja obra de orfebrería narrada por el propio Bowie y que avanza y retrocede, explica y confunde a partes iguales, ignorando por completo el tiempo y el espacio.
Pero lejos del bombardeo constante de ideas y reflexiones filosóficas, de fingir que intenta contarnos lo incontable, el documental es también un genial pasatiempo lleno de imágenes de conciertos, actuaciones teatrales, pinturas y muchas otras artes abordadas por el genio inglés. Un auténtico espectáculo que hay que ver en la pantalla más grande posible y con el audio más potente, para trasladarnos realmente a los conciertos de Bowie y sentir como el corazón nos vibra al ritmo de los bajos.

Y con todo ello, Morgen ni siquiera rehúye la oportunidad de contarnos a través del cantante algunas de sus facetas más personales, como el sitio donde creció y cómo éste lo moldeó, su relación con su hermano y su madre y cómo han influido en su carácter y su obra, o incluso mostrando distintas etapas de su vida, fragmentada por medio mundo, como por ejemplo en Estados Unidos o en Berlín Occidental. Aunque resulte inútil intentar distinguir dónde acaba la persona y dónde empieza el personaje, algo que según parece no conseguía ni él mismo, los fragmentos más personales son algunos de los mejores momentos de Moonage Daydream.

El documental se beneficia de una ingente y muy interesante acumulación de imágenes de archivo, que junto al uso de escenas artísticas llenas de color e infinitas referencias al cine y a la cultura pop en general, hacen de la obra una auténtica delicia. Todo ello coronado, por supuesto, por las mejores canciones de David Bowie como banda sonora.

El único defecto que podría acusar Moonage Daydream es la posibilidad que algún espectador desconecte ocasionalmente entre tal cantidad de estímulos de todo tipo. Pero en todo caso, estamos ante una cinta espectacular que resume de la forma más precisa y caótica posible la figura de David Bowie y su efecto en la cultura y en sus fans. Unos seguidores acérrimos que seguro que disfrutarán como nunca con el documental de Brett Morgen, pero que no serán los únicos, ya que este emocionante collage hará gozar hasta a los más ajenos a la figura de Starman, Ziggy Stardust o quién quiera que fuera el artista que nos hizo héroes por un día.

MARTÍ ESTEBAN.-

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