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MCQUEEN NO ESCATIMA NADA
diciembre 14, 2013 Cine de Autor

Steve McQueen presenta su tercera película, 12 Años de Esclavitud, en plena ola de nominaciones y premios de la crítica estadounidense. Y si bien la crítica siempre ha recibido bien sus propuestas, en esta ocasión, la película ha de ser una de las “multinominadas” de cuantos premios importantes se vayan entregando. Sin embargo, esto no aporta ni resta nada a lo que la película en sí misma significa: Una propuesta formalmente menos arriesgada que sus anteriores proyectos, pero cuya historia rezuma dureza y dolor. 

No es McQueen un director que huya del dolor que sus historias muestran, no nos escatima a los espectadores la dureza y el drama que sus personajes viven. En Hunger, la huelga de hambre de Bobby Sands traspasaba la pantalla, de manera que, más allá de ideologías, sentíamos su decadencia física de una forma muy real. En Shame, Brandon se dejaba llevar por sus deseos y obsesiones, y asistíamos a su caída con un sentimiento de inevitabilidad, que no nos ahorraba el mal trago. Violencia física dirigida a uno mismo y soportada por pura fuerza de voluntad, obsesión que acaba teniendo su reflejo en una espiral de violencia física y emocional…Temáticas que hacían prever que, a pesar de pueda parecernos una historia “ya vista”, con esta 12 años de esclavitud no saldríamos indiferentes del cine. 

Y así ha sido. McQueen plantea ya desde los primeros minutos de la película cual será la forma de la misma: la austeridad de colores, la ausencia de excesos en el movimiento de cámara, incluso la sobriedad de la banda sonora de Hans Zimmer, que nos tiene más acostumbrados a obras más espectaculares, todo tiene un objetivo muy claro. Que en ningún momento, la atención del espectador se separe del reparto, magnífico en su conjunto, y de lo que les sucede.

En cuanto al fondo de la historia, también queda establecido en los primero minutos, y a partir de ahí, doce años transcurren en las dos horas y quince minutos de metraje. Ante nuestros ojos desfilarán todo tipo de personajes, buenas personas que se dejan vencer por su cobardía, gente que solo sabe enfrentarse a sus deseos desde la violencia, o los que empujan a los demás a esa violencia sin inmutarse, algunos cegados por su propio sentimiento de poder, otros por la pena o el resentimiento. Seres repletos de matices que nos acompañan en el viaje a los infiernos que Solomon protagoniza. 

Como siempre, McQueen evita los juicios morales, y deja que los hechos hablen por sí mismos, algo que incide en la terrible belleza de la película. Porque hay belleza: en el rostro bello e infantil de Lupita Nyong’o, por ejemplo, que da vida a uno de esos personajes cuya importancia en la historia no se mide por minutos en pantalla, sino por los actos que los demás hacen, o no, por ella. En la parte final de la película su presencia casi etérea se convierte en devastadora realidad, y nos proporciona uno de esos momentos que, por su crudeza, nos persigue incluso cuando ya hemos salido de la sala. Sarah Paulson es su antítesis y construye uno de los personajes femeninos más duros del cine contemporáneo.

En cuanto a los protagonistas masculinos, la lista de actores es larguísima, pero todos aprovechan su aparición para dejarnos grandes momentos interpretativos. Paul Giamatti, Paul Dano, Benedict Cumberbatch o Brad Pitt, entre muchos otros, aportan mucho carácter y fuerza a la película. Pero el duelo interpretativo nos lo van a dar Michael Fassbender y Chiwetel Ejiofor. Fassbender, que ha participado en todos los largometrajes de McQueen, vuelvo a demostrar que es uno de los actores más versátiles y en forma del panorama actual. Es la encarnación de la violencia, de la pasión más insana, manipulado y manipulador, en todas sus facetas Fassbender construye un Edwyn Epps memorable, pero difícil de apreciar por la propia naturaleza del mismo Epps. En cuanto a Ejiofor, su personaje es uno de esos que requieren a un actor de presencia, capaz de transmitirlo todo con un gesto o una mirada, y el actor está a la altura de esa exigencia, logrando que, según avanza el film y es progresivamente despojado de todo lo que le define como persona, más se agrande su figura. Magnífico duelo de interpretaciones en los que se basa la película, que les debe gran parte de lo que es a ellos dos. 

En cuanto a la dirección, no sabemos si de una forma consciente o no, pero en esta ocasión queda la sensación de que McQueen da un paso atrás, dejando que la dureza de la historia que relata y las interpretaciones que le dan forma sean la seña de identidad de la película. El director sigue siendo fiel a sí mismo, pero opta por una dirección menos atrevida, más comedida, y puede que ahí resida el único “pero” que puede ponerse a la película, si es que se le puede poner alguno. En toda su sobriedad, en su belleza a pesar de lo terrible, parece haber un esfuerzo consciente del propio McQueen de no dejar su marca. 

En conjunto, el film no da tregua al espectador, manteniendo su atención en la terrible historia de Solomon Northup, como ejemplo de una de las etapas más oscuras de la historia de la Humanidad. Sobresaliente película llamada a despertar amores y odios, pero a no dejar indiferente a nadie. 

IMMACULADA PILAR COLOM.-

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