MAUDIE: LOS SUEÑOS NO ENTIENDEN DE DISCAPACIDAD

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Las historias de amor nos encantan y si son reales y con dificultades de por medio, aún nos motivan más. No en vano, Loving, de Jeff Nichols, una historia de amor interracial nos atrapó, como lo hace ahora Maudie, el biopic de Aishling Walsh, con una pareja protagonista con tanta autenticidad como la que formaban Ruth Negga y Joel Edgerton.

En Maudie se contraponen los dos caracteres protagonistas: El de Sally Hawkings, Maudie, un personaje aparentemente débil, frágil y a punto de resquebrajarse, debido a su enfermedad, la artritis reumatoide que arrastra y hace que tenga algunos problemas al caminar; y Ethan Hawke, Everett, un lugareño que está buscando una mujer de hacer faenas, tosco, rudo y de trato áspero quien, aparentemente es fuerte y lleva las riendas de su vida. Nada más lejos de la realidad, el sueño de Maudie es pintar y poderse ganar la vida con sus creaciones -lejos de una tía y de un hermano que la detestan, no en vano se descubrirá un oscuro secreto familiar- y luchará por su sueño de modo incansable. Mientras que el sueño inconfesable de Everett es mitigar un poco la soledad y el dolor de su alma, producido por la muerte temprana de su esposa y por un aislamiento autoimpuesto.

En la discapacidad física de ella y en la discapacidad emocional de él, la pareja encontrarán el equilibrio para ser capaces, primero de soportarse y convivir, para luego enamorarse y no saber vivir el uno sin el otro. Sin estos dos actores en estos roles tan marcados, la película no tendría la fuerza que transmite. Ambos hacen que nos interese y nos importe lo que les pase, más juntos que por separado. En este sentido, podemos enlazar Maudie con otras películas con protagonistas con algún tipo de enfermedad o discapacidad, como es el caso de Mi pie izquierdo (Jim Jeridan, 1990) o de la más reciente, La Teoría del Todo (James Marsh, 2014). .

En definitiva, que el biopic sobre la pintora de Nueva Escocia, Maud Lewis, plantea el melodrama desde la intimidad de las relaciones personales, haciendo una reflexión sobre los sueños, el amor y el precio de la fama, que valen la pena. Es una de esas películas aparentemente pequeñas que crecen con el tiempo en la memoria del espectador con ganas de dejarse atrapar por una historia íntima y personal.

SONIA BARROSO.-

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