Es redundante decir que Maravillosa familia de Tokio es maravillosa, pero es que no podría definirse con un adjetivo mejor. El nuevo film de Yoji Yamada reúne a los actores de su aclamada Una familia de Tokio (2013), es decir, Sao Hashizume, Kazuko Yoshiyuki, Masahiko Nishimura, Yui Natsukawa, Tomoko Nakajima, Shozo Hayashiya, Satoshi Tsumabuki, Yu Aoi, Jun Fubuki y Nenji Kobayashi, pero en una historia distinta. Así que no se trata de una continuación de aquella película que homenajeaba a Cuentos de Tokio, del maestro Yasujiro Ozu, sinó de una película independiente, aunque con la familia y sus vínculos como tema principal.
La trama, a grandes rasgos es la siguiente: La abuela Tomio, que está asistiendo a un curso de escritura, pide el divorcio a su marido Shuzo como regalo de cumpleaños. Mientras tanto vamos descubriendo que su hijo mayor, el estresado Honosuke no es tan feliz con su mujer Fumie, que es una nuera solícita y sostén de la casa y de la familia, madre de sus dos hijos. La hija mediana un tanto histérica, Shigeeko sigue peleándose y amenazando con dejar a su marido; mientras que el hijo pequeño, Shoto, un afinador de pianos, sueña con casarse y llevar su propia vida con Noriko, una solícita enfermera del turno de noche. El inminente divorcio de sus padres hará que entre ellos salgan a aflorar sus temores, preocupaciones y deseos más íntimos.
Yamada consigue una película sin estridencias, con un guión milimétrico y unos actores en estado de gracia. Una obra maestra, divertida, patética y triste como la propia vida que nos habla con naturalidad y gran verdad sobre la familia y el siempre frágil equlibrio entre sus miembros, sobre las uniones y desuniones familiares y sobre sus conflictos y sus problemas de comunicación. Una película que apela a las emociones y a los sentimientos y que nos recuerda que el cine va parelelo a la propia vida humana, como ya sucedía en la obra del maestro Ozu.
SONIA BARROSO.-