LOS TORTUOSOS CAMINOS DE LA FE

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Tras ser galardonada con el Gran Premio del Jurado en el último de Festival de Berlín, y haber competido en la sección Horizontes Latinos de la 63ª edición del Festival de San Sebastián, llega a la cartelera la nueva película de Pablo Larraín (Tony Manero, No). Una historia descarnada, con personajes que van transformándose ante nuestros ojos: de una bondad superficial a una profunda y horrenda actitud maquiavélica.

El Club se sustenta sobre cuatro pilares fundamentales: una historia que evoluciona constantemente, añadiendo mimbres y complejidad, que va atrapando al público. El segundo, es un reparto sobresaliente, que da vida a personajes que muestran muchas facetas y que los actores encarnan no solo de una forma solvente, sino que en algunos casos llegan a una excelencia brutal. Destacable también la fotografía de Sergio Amstrong, fría y de una luminosidad que deja a la vista toda falta y todo pecado. El cuarto pilar no puede ser otro que Pablo Larraín.

Analizados de forma independiente somos conscientes que con elementos tan potentes el resultado no dista mucho de ser excelente. El guion, de Guillermo Calderón y Daniel Villalobos, hace hincapié en como el aislamiento de un grupo de sacerdotes y la cuidadora que tienen asignada, convierte a esta pequeña familia en un grupo que vive bajo sus propias normas, leyes y fe. Juzgan y ejecutan sentencia con sangre fría y con el amparo que su vida “al margen” les proporciona. Es también un estudio de cómo el uso de los principios de la fe para la autojustificación, lleva al autoengaño y, de ahí, a un uso retorcido de todo lo aprendido en el ámbito religioso.

Quienes se presentan ante la sociedad como los guardianes de la bondad y de la más pura espiritualidad, esconden más sombras que luces. La profundidad que requieren esos personajes, que sonríen beatíficamente mientras amenazan a quienes les investigan, por ejemplo, está asegurada con las interpretaciones de un elenco en estado de gracia. Roberto Farias, Antonia Zegers, Alfredo Castro o Alejandro Goic,  muestran todas las caras de unas personalidades poliédricas con convicción y una serenidad que puede llegar a ser espeluznante.

Estéticamente, la luminosidad de la fotografía llega a resultar espeluznante. La claridad con la que vemos cada gesto resulta sobrecogedora. Sus planos en gran angular son tan ambiciosos como acertados, sobre todo en los primeros planos. Ahí es donde también juega un papel fundamental Larraín, con mano firme y estilo propio juega con la percepción del público. En algunos momentos, intuimos la crudeza de los hechos que realmente no vemos. Es decir, en el mejor estilo de Se7en, creemos haber visto algo más de lo que en realidad nos ha mostrado la película.

En conjunto, es una propuesta valiente y atrevida, cuya dureza no resulta en ningún momento excesiva, aunque sí escalofriante. Una de las mejores películas que veremos este año en pantalla y una de esas a las que seguimos dando vueltas durante mucho tiempo.

IMMACULADA PILAR COLOM.-

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