LOS MISERABLES: EUFORIA PASAJERA

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Francia es la flamante campeona del mundo de futbol. Las calles estallan de alegría. Los Campos Elíseos, París y la República entera rebosan de aficionados enamorados de Mbappé y compañía. Veinte años después de su primer Mundial, los franceses cantan de nuevo el alirón. Esta celebración ahuyentará los demonios de muchos durante un tiempo. Pero los problemas nunca desaparecen solos y Montfermeil, un suburbio al este de la capital, vuelve rápidamente a su dura realidad. La famosa novela de Victor Hugo se inspiró en esta población a las afueras de París para contar la historia de los miserables; de los oprimidos; de los olvidados. Un Montfermeil que Ladj Ly retrata de forma muy cruda en su primer largometraje, Los Miserables. El cineasta francés, nacido precisamente en este suburbio, presenta una historia que ha vivido en sus propias carnes, y por ello consigue un relato sincero y sobrecogedor. 

Los Miserables es un thriller policíaco de ritmo acelerado que nos sumerge en las miserias de una población empobrecida y llena de conflictos. A través del patrullaje de Stéphane (un policía recién llegado a Montfermeil) y sus dos compañeros de la Brigada de Lucha contra la Delincuencia, vamos viendo la desigualdad, la falta de oportunidades, la mezcla étnica y religiosa y el ostracismo absoluto de un barrio a la deriva. Montfermeil es un auténtico polvorín, preparado para estallar a la menor chispa. 

Ladj Ly imprime esta tensión constante a lo largo de toda la película. Aunque no presenta ninguna actuación fuera de lo común, todo el reparto está correcto y logra contagiar un estado de nerviosismo perpetuo que mantiene al espectador en vilo durante los cien minutos de la cinta. Un movimiento en falso, alguien que se pase de la ralla, y Montfermeil puede estallar como ya hizo en los disturbios de 2005. 

Ese año, el distrito de Sena-San Denis (donde se sitúa Montfermeil) ardió. Se quemaron muchos coches y hubo duros enfrentamientos entre jóvenes y la policía. Y eso es precisamente lo que Ladj Ly quiere evitar que suceda de nuevo. Su película es una urgente llamada de atención a la clase política para que intervenga en este tipo de barrios franceses, para que inviertan en mejorar las vidas de los miserables. Especialmente las vidas de tantos niños y jóvenes que no ven ningún tipo de luz al final del túnel, que carecen de fe en el futuro. 

Victor Hugo escribió en su obra: «no hay malas hierbas ni hombres malos: solo hay malos cultivadores». Una frase que Ly rescata para su película y que plasma a la perfección en los personajes cargados de matices que nos presenta. Para Ly, la culpa no es de estas personas de dudosa moralidad, llenos de sombras, pero también de luces, sino de las instituciones que las han abandonado a su suerte. 

Los Miserables es, en definitiva, una gran crítica social hacia las instituciones francesas y el olvido de la «Liberté, Egalité, Fraternité», que actualmente deja a muchos fuera de su esquema. La brutalidad policial, el odio racial y la pobreza que muestran la cinta son solo algunos ejemplos de este Montfermeil y de esta Francia sin rumbo, que canta La Marsellesa a pleno pulmón cuando gana un campeonato, pero que ignora a sus vecinos más desfavorecidos. Una Francia de chalecos amarillos y de quién sabe qué nuevas revoluciones en el futuro. 

MARTÍ ESTEBAN.-

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