LOS DILEMAS DE THORIN

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El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos es la tercera y última película del Hobbit que pone broche final a la trilogía de Peter Jackson, anterior a El señor de los anillos, cronológicamente hablando. En esta ocasión, se nos explica de una forma épica -tal y como Jackson nos tiene acostumbrados-  el desenlace de la llamada Compañía de los catorce y las hazañas llevadas a cabo para que Thorin Escudo de Roble (Richard Armitage) consiga el reino de Erebor y que Smaug libre una batalla contra quien le usurpe su lugar, que así es cómo acababa la segunda parte de El Hobbit: La desolación de Smaug.

Ha sido un modo de alargar más la historia (que se inspiraba en el libro de El Hobbit de unas 300 páginas) para así  ver espectaculares batallas en el  cine y en 3D. Su guión es básico y simple, aunque consigue entrelazar las batallas mezcladas con los sentimientos y la sensibilidad entre los personajes. En esta ocasión, se narra el amor de un enano y una elfo, con lo que ello representa por el odio mutuo que tienen las dos razas entre ellas.

Thorin tiene en esta película tiene el rol protagonista, en vez de Bilbo (Martin Freeman)  y se nos narra cómo este rey se vuelve codicioso con todo el oro y la semilla que deja el poder el anillo al querer todo y dejar a todos sin el acuerdo al que  habían llegado y muy a pesar del resto de sus compañeros, que están en desacuerdo con él. Dicho dilema se plantea como si de una obra de Shakespeare se tratase.

Peter Jackson no hace nada de otro mundo, pues va repitiendo siempre los mismos movimientos de cámara para impresionar. En los momentos de resurrección y gloriosos usa la iluminación de color anaranjado y personajes a contraluz, como si fuese la mítica escena de Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó. Para los fans de El señor de los anillos os diremos que sólo Legolas y Gandalf tienen algo de papel. En definitiva, un entretenimiento que no defraudará a sus fans y que, incluso se hace ameno, pues en esta ocasión pasan volando sus 144 minutos.

JOSÉ RAMÓN PALOMAR.-

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