LAS LEYES DE LA FRONTERA: QUINQUIS Y NOSTALGIA SETENTERA

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Las leyes de la frontera, de Daniel Monzón , es una vuelta al cine de «palos» y de «quinquis» de finales de los años 70. Aquí recrea el peligroso y apasionado verano del 78 de Nacho, un modoso estudiante adolescente, que acabará entablando amistad y colaborando con una pequeña banda de delincuentes juveniles, liderados por El Zancos, y que comenzará a hacer desde pequeños hurtos hasta atracos de bancos con ellos. En este periplo se sentirá irremediablemente fascinado por Tere, la atrevida chica de la banda.

Más allá de la historia que explica, basada en la novela del mismo título de Javier Cercas es cómo la cuenta y todo lo que evoca su visionado. El punto agridulce y la nostalgia que te envuelve tras ver la película. Sensaciones que son las que me han impulsado a escribir unas líneas para recomendarla, unos meses después de su estreno -aunque pueda verse en el catálogo de Netflix todavía-.

Aparte de la «trama criminal» de estos quinquis que viven en Girona, que parece que no sientan ni padezcan el peligro, sino que cada vez se aferran más a él porque no tienen nada que perder y mucho que ganar, hay un bien definido retrato generacional de finales de los 70, que puede palparse, aunque no hayas vivido esa época o fueras muy pequeño en el momento que se recrea.

Nacho (Marcos Ruíz) es el típico chico de buena familia y estudiante responsable,» que se siente irremediablemente atraído por el peligro, la sensación de libertad, las mariposas de un primer amor anhelante que trastorna, fascina y duele a partes iguales. Su relación con el Zancos, el líder de la banda (un muy convincente Chechu Salgado, merecedor del Goya la mejor actor revelación) y con Tere (una sensual Begoña Vargas) van a poner patas arriba su estabilidad y el cómodo y seguro mundo en que vive.

Las recreativas, los futbolines, los primeros bailes, los «porretes», las fiestas nocturnas en la playa, el sentimiento de libertad y de que cualquier cosa es posible con sólo atreverse…La fuerza de un verano que desea uno que sea el más inolvidable de su juventud y el certero retrato de toda una generación sobrevuela por esta película, un thriller dramático que también nos habla sobre la fuerza del destino, que acaba siendo favorable para unos y cruel para otros, tal y cómo se intuye que va a ser, de modo irremediable.

El dinamismo en la puesta en escena -y no sólo en las secuencias de acción y de persecuciones, los bien perfilados que están los personajes en el libreto de Javier Guerricaechevarría y Daniel Monzón -digno ganador del Goya al mejor guión adaptado-, la excelente selección musical, el buen hacer de los actores y cómo luce el casco antiguo de Girona en la recreación de la época hacen que sea una propuesta tan estimulante como atractiva y adictiva, tanto como la travesía hacía el lado más oscuro de la existencia que vive el protagonista en su despertar adolescente.

SONIA BARROSO.-

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