El perdón es una práctica poco común en nuestras sociedades. Perdonar-perdonar de verdad, hechos atroces, mucho más allá de pequeñas riñas cotidianas– está reservado únicamente a individuos o culturas que han abrazado el dolor y han trabajado profundamente en la reconciliación. Lo vemos, por ejemplo, en familiares de víctimas de ETA que han querido conocer a los verdugos de sus seres queridos. O en el pueblo ruandés y el sudafricano, que intentan curar heridas del pasado tan grandes como el genocidio y el apartheid mediante la empatía y el perdón.
Este es también el caso de Iván Guarnizo, director del documental Del otro lado, que junto a su hermano Papeto se adentra en el camino del entendimiento y la paz en esta maravillosa perla presentada en el festival L’Alternativa de Barcelona. Los hermanos Guarnizo son una más de las incontables familias colombianas que sufrieron como víctimas colaterales la guerra entre las FARC y el gobierno durante décadas. Ellos perdieron a su madre, Beatriz Echevarry, durante 603 días cuando en 2004 fue secuestrada por la guerrilla. De hecho, esta historia empieza cuando Iván encuentra el cuaderno que ella escribió durante su secuestro en la jungla colombiana y, sorprendido por el afecto con el que habla de sus captores, decide buscarlos. Buscarlos para hablar con ellos. Para entender. Para perdonar.
Beatriz murió en 2012 a causa de un cáncer, pero el dolor por el secuestro de las FARC sigue bien presente en la vida y los pensamientos de sus hijos. Especialmente después de la firma de los tratados de paz de 2016 entre la guerrilla y el gobierno presidido por Juan Manuel Santos. Años después de los acuerdos, como podemos apreciar en el documental, el conflicto sigue bien vivo. Muchos ex guerrilleros han sido asesinados, y otros se han negado a abandonar su lucha. Sin embargo, sigue habiendo esperanza para el reencuentro de la sociedad colombiana, y los hermanos Guarnizo son una clara prueba de ello.
Del otro lado nos enseña como las víctimas son capaces de afrontar el odio y el rencor que han sentido durante tanto tiempo para tratar de superarlos. Como bien reza su título, la base de esta camino hacia la paz no es otra que la de ponerse en el lugar del otro. Conocer de primera mano los motivos y las vivencias de aquellos que nos causaron un auténtico tormento para poder perdonar y alcanzar la verdadera reconciliación. Un objetivo positivo – e incluso necesario – para ambas partes, tanto agresor como víctima.
En definitiva, Iván Guarnizo consigue transmitir un sinfín de emociones en un interesantísimo viaje a través del alma propia y la ajena. Demuestra que hay luz incluso en un pasado y un presente tan oscuros. Que la esperanza del reencuentro siempre se mantiene viva, y que la humanidad puede abrirse paso hasta en el más inhumano de los conflictos.
MARTÍ ESTEBAN.-