LA VIRGEN DE AGOSTO: SENTIDO Y SENSIBILIDAD

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La Virgen de Agosto es maravillosa. Tanto como un encuentro  fortuito nocturno entre dos almas errantes y soñadoras, cómo una sincera conversación entre dos amigas de toda la vida, que se han distanciado por la maternidad de una de ellas -una secuencia que respira honestidad-, o cómo un día de río y campo entre amigos, que desemboca en conversaciones que acaban siendo más profundas de lo que en principio podría suponerse.

Jonás Trueba, siguiendo las salidas fortuitas o programadas- de Eva, una chica de 32 años, actriz, soñadora, «rara» y romántica y su búsqueda de sí misma durante un mes de agosto en Madrid, nos habla de temas tan trascendentes como la identidad femenina, la necesidad de ubicarse y encontrar un lugar propio en el mundo de toda una generación (la de los de trenta y tantos), las pequeñas insatisfacciones laborales y amorosas, la maternidad, la feminidad o la amistad. Y lo hace de manera natural y fluida, para nada impostada, consiguiendo su película más redonda hasta la fecha –La Reconquista y Los exiliados románticos apuntaban maneras, pero es aquí dónde el hijo de Fernando Trueba se consolida, al menos, en mi opinión-.

Resulta muy complicado describir con palabras las sensaciones que provoca el visionado de La Virgen de Agosto, aunque sí podemos afirmar que Jonás Trueba logra la película más mágica y desbordante de sensibilidad del año
-qué no sensiblería-, por la que el espectador, si se deja seducir por el periplo diario de su protagonista -una luminosa Itsaso Arana, su nueva actriz fetiche- va a salir totalmente embriagado, flotando, incluso sumido en una cierta tristeza de saber que se ha terminado.

Estamos ante una pequeña joya, una obra magna sobre los pequeños grandes momentos de la vida en búsqueda de toda una generación quienes, entre verbenas y salidas veraniegas nos llegarán directamente al alma -con las mejores lineas de diálogo e instantes para el recuerdo del año-.

Jonás Trueba se confirma como poeta de la vida cotidiana, hábil conocedor de la sensibilidad femenina y perseguidor de belleza. Son necesarias más películas íntimas y delicadas cómo ésta en un mundo plagado de cinismo, de miedos e inseguridades a la hora de relacionarse con los demás y de hipocresía, especialmente para intentar comprender cómo uno trata de convertirse «en una persona de verdad», -tal y como reflexiona alguno de sus personajes-. Un oasis de calma y de lucidez entre tanto ruido y furia cinematográficas. Absolutamente recomendable.

SONIA BARROSO.-

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