LA MADRE DEL BLUES, UNA OBRA DE TEATRO EN PANTALLA

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La madre del blues tenía varios ingredientes que la hacían más que apetecible, por un lado un elenco excepcional encabezado por el recientemente fallecido Chadwick Boseman y por otro, ser la adaptación de una obra teatral (Angus Wilson, 1982) que muy a nuestro pesar, trata sobre un tema que sigue estando de rabiosa actualidad: la segregación y el racismo, no hay más que pensar en el movimiento Black lives Matter. Si a esto le sumamos lo que yo presuponía que podría ser una banda sonora memorable, me enfrenté al film cargada de ilusión y con grandes expectativas. Quizás ese haya sido el problema ya que esas expectativas no se han visto cubiertas.

La película nos sitúa en 1927 cuando Ma Rainey, considerada la reina del blues e interpretada por una irreconocible Viola Davis, se reúne con su banda para grabar un disco. Pero la cantante se siente en la obligación de imponer, sin fisuras, su criterio sobre su música en un mundo de hombres, un mundo racista y machista. El joven trompetista Levee, Chadwick Boseman, lleno de sueños, quiere cambiar el ritmo de las canciones, quiere innovar y a Mae no le gusta la idea. Además ve a Levee como un joven rebelde y un claro competidor respecto a su amante, Dussie Mae. La película transcurre durante las horas en las que Mae y su banda están en el estudio de grabación y será entonces cuando los personajes nos contarán las vivencias y sufrimientos a los que hombre blanco les ha sometido.

La historia en sí misma tiene buenos pilares, pero se la podía haber exprimido mucho más. Es una adaptación demasiado convencional, que te hace sentir en todo momento que estás viendo una obra de teatro. En la película, encontramos ese tono color tabaco en su fotografía que nos traslada a la perfección a la época, pero incluso en ese sentido la cinta es demasiado lineal. Entiendo que es complicado dotarla de movimiento cuando apenas utilizas dos localizaciones en todo su metraje, pero a mí me ha faltado mucho para hacerme vibrar, y es extraño ya que lo que los personajes cuentan son historias realmente sobrecogedoras. Y esta excesiva teatralidad en su enfoque hace que las interpretaciones de los actores continúen con esa línea a excepción de Viola Davis y Jeremy Shamos, que interpreta al agente de la cantante, ambas actuaciones las más cinematográficas de la película.

Tenía muchas ilusiones puestas en el último trabajo de Chadwick Boseman, ya que había escuchado que se le postulaba como merecedor de un Oscar póstumo, para mí, no lo merece. Es una buena interpretación, pero creo que no entró de lleno en el personaje, y no por falta de talento, quizás por cómo está construida la cinta en sí o porque la adaptación de la obra teatral se queda en las tablas de un escenario. Pero si Viola Davis sí dota a la película de las únicas pinceladas cinematográficas que yo he visto, ¿por qué Boseman no? No tengo la respuesta, pero esperaba algo mucho más brillante.

Y lo mismo me ha ocurrido con la mayoría del elenco que compone el film. Además, he de decir que me esperaba una banda sonora plagada de temas del blues más auténtico y primigenio, pero tampoco ha sido así. George C. Wolfe no ha explotado todo el talento que tenía frente sí y ha arriesgado muy poco a la hora de adaptar la obra. Denzel Washington, uno de los productores, tiene la intención de adaptar las obras restantes del mismo autor, que tienen una temática parecida, y espero que con más acierto en próximas ocasiones a pesar de que esta pueda calificarla como correcta.

VANESA LORENZO VIVAS.-

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