En un mundo dominado por secuelas, sucedáneos y cine reciclado es muy difícil encontrar un producto fresco, original y que se siente diferente, sin renunciar a una clave comercial. Y prácticamente imposible, hacerlo de forma tan sólida para un par de debutantes en el largo como son Javier Calvo y Javier Ambrossi, cuyo currículum se completa con la web serie Paquita Salas y la versión teatral de esta La llamada que firman en dirección y guion. Pero por fortuna, la adaptación fílmica de La llamada es una realidad y para quien suscribe cumple todo eso, lo que la convierte en la película española revelación de la temporada.
La historia es tan sencilla como loca: Ambientada en Segovia, narra la historia de María y Susana, dos adolescentes de 17 años que están en el campamento de verano cristiano «La brújula». Ambas sienten pasión por el reggaeton y el electro-latino, pero un día la vida de una de ellas dará giro cuando Dios se le aparecerá cantando por Whitney Houston…(Sí,como suena…)
A priori, la premisa es chocante y puede generar ciertas dudas para el neófito. Pero no se equivoquen. La llamada no es ni una parodia sin sentido, ni un musical forzado, ni una película sermón, ni una crítica a la iglesia, ni una ensalzación de la mitología cristiana…¿Y como es eso? Pues porque La llamada es una de esas películas que tiene muy claro lo que cuenta, no sólo el qué si no el como. De esta forma, los “dos Javis” demuestran saber muy bien no solo a quien va dirigida la cinta, sino que es lo que necesita esta obra para ser adaptada al lenguaje del celuloide.
¿Y cuál es la gran baza de La llamada? Una puesta en escena al servicio de las 4 actrices protagonistas, todas soberbias ,en un texto tan bien hilado que pasa de la comedia, al drama y el musical de forma completamente orgánica. Aquí hay 4 Goyas: Gracia Olayo, Belén Cuesta, Ana Castillo y Macarena Gómez llevan prácticamente el peso de todo el metraje de forma increíble y le dan forma a un relato sobre la identidad, el paso del tiempo o la juventud. Y lo hace a través de una mirada puente generacional, ya que realiza un retrato de buena parte de la juventud de hoy, ligándolo con otros tiempos pretéritos y llegando a una conclusión: En el fondo, todos queremos lo mismo como seres humanos que somos, aunque usemos códigos diferentes.
En definitiva, un entretenimiento divertido, optimista y catártico a partes iguales tanto por los que han vivido el despertar de la adolescencia como para los que la vivieron hace tiempo y siempre luchan por llevarla aún consigo.
JOAN BOTER.-
Me la apunto para verla. Tiene pinta de ser todo un descubrimiento