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LA ESCLAVITUD EN EL CINE
diciembre 12, 2013 Especiales

El hombre siempre ha sido un déspota con sus cosas, a veces equivocándose por la moda de los tiempos. Y ahora que ha dejado esta tierra de espinos y alambres Nelson Mandela nos damos cuenta más de su esclavitud y de su liberación: ese pedazo de historia es un ejemplo para el arte y también para la vida.

Este ejemplo me da pie a hablar sobre el cine dedicado a la esclavitud del hombre puesto que esta semana se estrena la última película que se adentra en este tema: 12 años de esclavitud, dirigida por Steve McQueen y protagoniza Chiwetel Ejiofor en la que nos cuenta una historia real sobre un negro que nació libre y un día fue vendido a una plantación, un caso que recuerda mucho a algunas injusticias de nuestro tiempo.

Esto me permite analizar tres películas con tres formas diferentes de esclavizar a la gente queriendo hacer un alegato contra esta planificación global que algunos países pretenden fomentar privando al hombre de su libertad y sus derechos con tal de tener mano de obra barata.

Menos mal que tenemos el cine y que este planeta no sólo vive del desconocimiento. El hombre tiene la suerte de vivir en un siglo donde hay mucha información para estar al día y las obras que voy a sacar del cajón pueden abrirnos los ojos para imaginarnos una vida en paz lejos de la ambición y del desamparo. Hay que empezar por el principio, que construir está apoyado siempre en el conocimiento y saber ver que todo es solucionable. Desde el minuto cero ha habido grandes pensadores que han hecho de nuestra vida lo que es hoy en día.

Por eso este texto se acerca más a esas grandes mentes que supieron construir de la nada, que supieron ver nuestra realidad para cambiarla, para prosperar, para evolucionar. También en cierto sentido, los directores de cine de todos los continentes han sabido esforzarse por retratar la historia, las luchas y las libertades.

EL NACIMIENTO DE UNA NACIÓN (1915, D. W. Griffith)

Estamos ante el primer monumento histórico del séptimo arte. Este colosal trabajo es un clásico intemporal para la vida del cine porque es una película sincera sobre cómo se esclavizó y se creó el Ku Kux Klan en el pensamiento norteamericano. Por eso es falso creer que esta producción sea una película racista porque sólo cuenta la verdad a través de uno de los primeros genios del cine detrás de la cámara: Griffith, un cineasta sureño que deambula entre las luces y las sombras de su país.

Pero también, hay que estar preparado para procesar en nuestro intelecto está larga producción de tres horas de duración y muda donde el propio ser humano se convierte en el origen del mal aprovechando los días de paz por un lado, pero por otro, utilizan una guerra civil para terminar con la esclavitud. El nacimiento de una nación será la historia cumbre para entender porque el hombre necesita de la libertad para crear su propia filosofía.

La película narra la historia de EEUU en dos etapas: antes y durante la guerra civil norteamericana y después de la guerra civil, por eso, el nacimiento de una Nación se puede analizar desde un punto de vista coherente porque dentro de su paradoja histórica tiene presentación, nudo y desenlace.

En el plano técnico nos enseña lo que puede dar de sí el objetivo porque en este metraje nos recuerda que todo se puede hacer con ese instrumento (el cinematógrafo) tan nuevo y original para contar historias en imágenes. La aportación más importante de este director al cine fue el montaje de las películas y al descubrir su forma de hacer el montaje regaló a los directores de cine la mayor de las facilidades para depurar sus obras.

El nacimiento de una Nación no ha caído en el olvido porque es el clásico para entender el buen cine. Puede que lleguemos a explicar todos los pasos que ha dado esta obra que trata de esclavos físicos y esclavos morales. Aquí se juntan las dos rarezas de una potencia mundial que todavía sigue viva y coleando: los prejuicios y el poder desmesurado de una nación.

EL INTENDENTE SANSHO (1954, Kenji Mizoguchi)

 Si nos dirigimos a la filmografía del continente asiático nos encontramos una película valiente y también con una fuerte moraleja social contra la esclavitud. Me refiero a: El intendente Sansho del director japonés Kenji Mizoguchi. Con esta producción este creador reivindicativo y también valiente quiso recordar las torturas físicas que se dieron en el país nipón y que se las consideró legales durante muchos siglos.

La historia nos enseña a personajes malvados con mayúsculas que compaginaban las injusticias con su vida. Zushiô (Yoshiaki Hanayagi) es un ser humano que lucha por volver a ser una persona en un microcosmos de injusticias y de castigos llegando a marcar con fuego a los esclavos. Así, la hacienda de Sansho se convierte en un verdadero infierno con infinitas atrocidades criminales. Estas situaciones convierten a esta obra en uno de los discursos más crudos y realistas de este director de cine.

Hay una gran diferencia entre la forma de hacer cine europeo o americano y las que nos llegan de la lejana Asia (y digo lejana por sus costumbres) como, por ejemplo, la contemplación del paisaje también es algo muy importante para ellos porque debe de estar enlazado con la historia. Miremos al El intendente Sansho como un lenguaje fílmico imposible de hacer por estos lares o cruzando el océano Atlántico porque la armonía, las sensaciones y los sentimientos son inalcanzables para un ritmo de vida tan acelerado como el nuestro.

Pero, la historia es universal: el personaje principal lleva todo el peso con sus miedos y sus pactos para seguir viviendo aunque después se arrepiente de sus malas acciones. Al final, no perdonamos al malvado pero acaba lejos de su tierra en peregrinación de por vida y Zushiô se nos presenta como un moderno Moisés liberando a los esclavos del yugo del opresor. La importancia de las creencias para alcanzar la ansiada felicidad es otro punto de esta interesante historia porque Buda tiene un papel importante para que los personajes se conozcan a sí mismos.

El montaje de esta cinta es fácil de entender y a veces la película se convierte en europea o norteamericana en su evolución y estilo de guión porque las bases de presentación, nudo y desenlace prevalecen en el ritmo frenético tanto por su belleza plástica como por el alma de cada individuo que se pasea por esta filmación oriental.

Es importante conocer esta película para familiarizarnos desde dentro con la cultura y la sociedad asiática y para conocer un gran metraje en todos los sentidos haciéndonos más sensibles ante la civilización.

 LA ÚLTIMA CENA (1976, TOMÁS GUTIÉRREZ ALEA)

Aquí tenemos una película rara pero que da en la diana de la injusticia de la esclavitud así La última cena de Tomás Gutiérrez Alea se convierte en una obra metafórica que mezcla las creencias religiosas con un conde-patrón que quiere ser Jesucristo en la última cena y que obliga a sus esclavos a representar esa última cena para perdonar sus horribles pecados y poder ir al cielo.

El director de cine cubano nos adentra con este filme en un clima opresivo e irrespirable porque, en las dos horas de duración, nos encontramos en un ambiente claustrofóbico donde hasta los alimentos bendecidos sientan mal para los esclavos que están muertos de hambre y sed. Lo podíamos llamar terror sicológico porque todo o casi todo sale de la mente oprimida de un conde-patrón de una plantación de caña de azúcar interpretado por Nelson Vilagra. Esta película ambientada a finales del siglo XVIII evoca mentalmente la época de Cristo pero también es un manifiesto en contra de toda esclavitud.

Para el cine esta película cubana es un cambio de ritmo en la filosofía de la imagen. No tanto para la filmografía de la isla caribeña sino para la industria cinematográfica que la hizo cambiar de rumbo dirigiendo su mirada a las obras más sugerentes. En La última cena, el director nos ofrece un mundo corrompido y engañoso con unas lecturas más o menos necesarias y que atesoran una belleza plástica más bien amarga y sin esperanza.

La originalidad de esta producción es que dudamos constantemente de quién es quién. ¿El conde-patrón puede ser un esclavo? O ¿los esclavos son los únicos dueños de su alma? Estos acertijos plantea esta producción de luchas sicológicas y de mensajes humanos.

Así llegamos al final donde todo se oscurece. Pero al volver a su tiempo durante esa cena vemos que los papeles se han cambiado. Ahora, el rico es un pecador que tiene que lavar los pies a los esclavos pero es sólo una aparente normalidad donde el simple hecho de lavar los pies se convierte en un cambio de sensaciones.

Estás son tres películas que pueden definir claramente ese cine de esclavos que se mete dentro de la piel y nos tocan la fibra sensible. Son tres miradas de un mismo tema inmortales pero tan distintas entre sí que siempre nos enseñan algo nuevo e interesante que nos hacen ser libertadores de esclavos y ser condescendientes con el verdugo al mismo tiempo.   

 JORGE GIRBAU BUSTOS.-

 

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