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LA CIMA: SANACIÓN Y SUPERACIÓN PERSONAL
marzo 23, 2022 Articulos

¿Qué siente una alpinista tras haber coronado en pocos años 14 cimas de más de 8000 metros?; ¿qué puede impulsarle y motivarle en la vida después de lograr tales hazañas?, ¿cómo superar el dolor de la pérdida de un ser querido escalando una de las cimas más altas del planeta, el Annapurna? Eso es lo que les sucede a Ione (Patricia López Arnaiz) y a Mateo (Javier Rey), respectivamente en La Cima, la nueva película de Ibon Cormenzana.

Aunque pueda parecer un suicidio, los dos protagonistas, heridos por sus circunstancias personales, superarán sus angustias no sólo escalando el Annapurna, sino salvándose el uno al otro. Cormenzana no presenta a dos héroes, -aunque su expedición tiene algo de heroica para cualquier ciudadano de a pie-, sino a dos seres humanos intentando llenar un enorme vacío en sus vidas. Estamos no sólo ante un viaje físico en condiciones extremas y adversas -también climatológicamente hablando- , sino ante una travesía emocionalmente intensa y desgarradora.

La montaña se convierte en el tercer protagonista de este drama de supervivencia. El compañerismo y la solidaridad entre alpinistas se pondrán a prueba y la relación entre los ambos constituye una de las bazas de La Cima. Hay dos escenas que llegan emocionalmente  -que aquí no voy a desvelar- y también momentos en que el espectador estará en tensión y sufrirá con el complicado periplo de Ione y Mateo. El encuentro (o desencuentro) con uno mismo, la soledad, la curación de las heridas, la búsqueda de un Dios -tenga forma animal o natural- y la necesidad de música en nuestras vidas son también algunos de los aspectos que subyacen de manera más o menos explícita en La Cima. 

Aunque, en mi humilde opinión y, a pesar de la complicidad y de los recursos dramáticos de Rey y López Arnaiz , de la tensión de la trama y de que en algunos instantes me falte el aire viéndola, cuándo salí sentí que me había faltado algo. Quizás la historia no me golpeara tan profundamente como si lo hiciera Alegría y Tristeza del mismo director.

A pesar de ello, la hora y media en que trascurre la película se pasa en un suspiro y uno acaba saliendo, inevitablemente, con una canción de Xoel López en bucle en la cabeza, y con esa extraña la sensación de que le han contado muchísimas cosas en demasiado poco tiempo. Es una lástima porque me hubiera gustado saber mucho más de los destinos de Ione y de Mateo después de su accidentada travesía en el Annapurna y tras un plano final impresionante, que nos alivia y, al mismo tiempo, nos deja sin aliento.

SONIA BARROSO.-

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