LA BRUJA: ASCENSO A LOS INFIERNOS

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bruja

La Bruja: un cuento tradicional de Nueva Inglaterra rezan los títulos de la película, escrita y dirigida por el debutante Robert Eggers, que nos traslada a otra época del mundo, que parece otro mundo, con una forma distinta de vivir, de sentir, de pensar. Muy lejano resulta ya el puritanismo de los primeros colonos americanos, enfrentándose al nuevo y desconocido continente con la fe y la ignorancia como principales armas.

Situados en este contexto se encuentran los miembros de una familia de granjeros expulsada de su colonia por las ideas radicalmente fanáticas del padre, que considera a sus coetáneos falsos cristianos de moral laxa. Construído su nuevo hogar en el linde de un bosque denso y amenazante, el hijo recién nacido, Samuel, es secuestrado por una bruja. La película sólo necesita siete minutos para presentar a los personajes antes de empezar su descenso a los infiernos. Aquí no se juega la carta del suspense o la insinuación: desde el principio se nos muestra que la bruja es muy real, en un giro completo sobre lo que esperamos de un film de terror como este ya que, como iremos descubriendo a lo largo de la historia, el verdadero peligro que enfrentan los protagonistas es el mal que todos llevan dentro.

De manera pausada, acorde al estilo de vida de una pequeña granja, presenciamos impotentes la corrupción a través de la tentación y el pecado, que abre brechas gradualmente en la existencia y relaciones de la familia. El terror no se mide con sangre o sobresaltos en La Bruja, sino con el desmoronamiento tanto físico como espiritual de niños y adultos por igual. Estas son personas condenadas, dejadas de la mano del Dios en que tanto depositan sus fuerzas y sus esperanzas, ovejas que abandonan el rebaño y pierden la protección del pastor, abriendo las puertas a un mal mayúsculo.

Robert Eggers escribe y dirige de tal forma que parece aliado con este Mal, colocando sus peones en un tablero y registrando ávido con su cámara cómo se consumen. Es tal su confianza en el guión que no necesita recurrir a efectismos. Gran parte de la fuerza de La Bruja reside en eso: en mostrarnos los acontecimientos como una mera ventana, sin esperar de nosotros otra cosa que hacernos testigos. Que lo que vamos a presenciar nos espante o, por el contrario, nos llene de una perversa satisfacción es un camino que debemos escoger solos.

JAVIER DEL JUNCO.-

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