JULIO MEDEM: «EL ÁRBOL DE LA SANGRE ESTÁ IMPREGNADA DE UN ROMANTICISMO TRÁGICO»

Julio Medem es un psquiatra que decidió hacer cine. Su universo es tan rico, complejo, reconocible y fascinante que uno no se lo acaba. Afable y cercano, aún con dolor de cabeza que nos confesó tener aquel día de la entrevista, en estas líneas desgranamos lo más interesante relativo a su mundo fílmico, en general, y a El árbol de la sangre, su nueva obra, en particular. 

¿Por qué hace cine Julio Medem?

Hago cine porque necesito contar historias, crear personajes y darles vida. Contar historias que sean viajes emocionales, que propongan al espectador ponerse a prueba viendo la película y que le pase algo.

¿Cómo planteas cada película?

En cada película que hago intento alejarme de la anterior. La ardilla roja se alejaba muchísimo de Vacas, Tierra de La ardilla…En El árbol de la sangre el reto y por lo que la película es novedosa es por hacer una historia de amor que tenga forma de árbol, muy ramificada, con varias historias de amor, desamor, intriga, locura, tragedia y con muchísimos personajes.

A partir de dos protagonistas jóvenes, de 25 años, que se juntan para contar sus vidas desde que fueron concebidos, y la de sus respectivas familias. Ellos saben que pueden llegar a crear un árbol entre los dos que acaba siendo más mágico y trágico de lo que ellos pensaban. Ellos lo hacen por una razón: Contar al otro un secreto, una verdad escondida. Una película contada por dos subjetividades a partir de un lenguaje simbólico. Ambos deciden, idealizan, acaban descubriendo…Me di cuenta, claramente, que la película era un compendio. Yo estaba detrás de dos jóvenes con mucha vitalidad, yo me he querido sentir joven también y, a través de lo simbólico, poder explicar conectarme y una historia.

La idea era crear un árbol genealógico…

La idea era esa y de ver las sombras de su relación, ha de salir una verdad más grande que se han de contar el uno al otro y para contarla, saben que se van a hacer daño y descubren otra que es mucho más dura de lo que se imaginaban. Todo está impregnado de un romanticismo trágico: Es la vida, es la muerte, es el sexo…La sangre tiene acepciones: Es la familiar, pero también son las tripas, las entrañas y la violencia en que poco a poco deriva la historia, que es todo un viaje.

El personaje de Olmo es como un toro, a la vez oculta tantos secretos…

Olmo está en el centro, de alguna manera, es un personaje que surge como un arquetipo, un hombre viril, testosterónico,pero que, sin embargo, está buscando siempre dónde ir…una montaña, etc. Con Joaquín Furriel buscamos la delicadeza, si que es un toro, pero es un ser trágico y vulnerable. Queríamos un personaje con una carga sensual y erótica muy fuerte. Yo intento alejarme en cada película que hago, pero estoy limitado por mi mundo y por mi universo. Cierto que en cada película se reconocen maneras de contar, historias y personajes. El cine es una maravilla porque están creando vida y en mi profesión tengo ese privilegio de contar vida a partir de un guión.

Marc, el personaje de Álvaro Cervantes, está en el otro lado de la balanza, porque es el más bueno y puro, el que oculta menos secretos y todos le ocultan a él. Con él es con el que más te puedes identificar.

Esta película habla de la conciencia, ya que todos los personajes cometieron un acto en el pasado que ha hecho que estén en conflicto consigo mismo y les crea un sentimiento de culpa, es como un castigo. Algunos se pueden redimir. El personaje que no ha cometido ningún acto en el pasado que entre en conflicto con su propia conciencia es Marc, es cierto.

SONIA BARROSO.-

 

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