JACQUES: PADRE, HOMBRE Y MITO

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Muchos hemos crecido con los documentales marinos de Jacques Cousteau. En mi caso, mi fascinación era tan grande que quería ser oceanógrafa como él y estuve muchos años queriendo estudiar biología marina. Hecho este inciso, esperaba como muchas ganas Jacques, de Jerome Salle, para acercarme, de nuevo, a mi idolatrado Cousteau. Y cuál fue mi sorpresa al comprobar que la película va mucho más allá de su faceta profesional y nos cuenta, sobre todo, las luces y sombras de un hombre que luchó por un sueño, que lo sacrificó todo por él -incluso a veces a su propia familia- y cómo evolucionó a todos los niveles.

Lambert Wilson encarna con convicción al mítico oceanógrafo, retratándolo como un hombre con una idea romántica en la cabeza y todos sus empeños por conseguirla: Desde sus búsquedas desesperadas de financiación para su buque Calypso y sus documentales y películas hasta su coqueteo con el Sueño Americano y el American Way of Life, incluso en algunos momentos de su vida y carrera-. Pero no está sólo, en el film emergen dos figuras clave para comprender al personaje. Una es su mujer Libou -qué lejos está ya Audrey Tatou de los almíbares de Amélie-, obstinada y determinada, quien tuvo que soportar su ego y sus múltiples infidelidades. La otra, su hijo menor Philipp (un acertado Pierre Niney), el niño de sus ojos, -a pesar de tener un hijo mayor, Jean-Michel-, con el sueño de ser cineasta de los fondos marinos, aviador -como su padre-, pero con serias divergencias con él, que busca su independencia y no ser considerado «hijo de su padre». Mientras su padre quiere acercarse a los océanos para conquistarlos, el hijo le propone proteger los ecosistemas, es decir, un enfoque totalmente ecologista. Ese contrapunto entre padre e hijo es uno de los aciertos de esta película.

Así pues, en Jacques descubrimos tanto al Cousteau más familiar, como al oceanógrafo de grandes expediciones, así como al hombre «tentado» por la fama, por lo tanto, considero que es un biopic bastante completo. No obstante, quizás tiene algunos problemas de ritmo en algunos momentos que le hacen perder un poco de fuelle a la historia que nos está contando. Aunque tiene como puntos fuertes a los tres actores principales, Lambert Wilson, Pierre Niney y Audrey Tatou; algunas escenas impresionantes de los fondos marinos o de los paisajes polares de la Antártida y un potente mensaje final que nos pueden hacer olvidar algunas de sus flaquezas, conviertiéndose en una película apta para todos los públicos.

SONIA BARROSO.-

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