El británico Paul McGuigan, conocido por dirigir películas como El caso Slevin y Gangster No. 1 o series como Sherlock, nos trae ahora esta revisión de un clásico del cine de terror. Una modernización con buenas intenciones aunque no exenta de errores.

El guión lo firma Max Landis -hijo del mítico realizador de los 80’s John Landis- y nuevo rebelde de Hollywood. Entre sus aciertos se incluye el cambio drástico que sufre el personaje de Igor, que se convierte en pieza fundamental de la historia, además de contrapunto perfecto para el doctor Frankenstein. Caso aparte, la pésima actuación de Daniel McGuigan que, junto a Jesse Eisenberg, encabezan mi lista de actores sobrevalorados de Hollywood.

James McAvoy es harina de otro costal. El escocés ya demostró en Filth el gran talento que tiene. Sus interpretaciones rebosan carisma y dotes artísticas desde el minuto uno. En este caso, su buen hacer es fundamental, ya que el film deja a un lado la criatura para centrarse en el hombre que hay detrás. Sus motivaciones, su pasado, su fuerte personalidad…El actor se deja el alma en cada escena, en determinados momentos puede parecer pasado de revoluciones, pero en conjunto funciona magníficamente.

Como punto negativo, tenemos las terribles escenas de acción que nos ofrece la cinta. La mayoría de ellas no tienen sentido. La cámara se mueve torpemente, y los saltos entre planos son confusos. Además de una falta total de ritmo, que en una película de casi dos horas de duración, se convierte en aburrimiento puntual y miradas al reloj.

La película funciona relativamente bien cuando no pretende ser un blockbuster. Cuando no tira de efectos especiales, la película tiene su interés. Esa mezcla, a medio camino entre el el Cronenberg de La Mosca o Existenz y el Sherlock Holmes, de Guy Ritchie tiene su aquel…Pero es cuando la(s) criatura(s) cobran vida, donde la película empieza a oler a muerto.

CHEMA MARTÍN.-