El sueño de toda mujer que va a ser madre, tras nueve meses de embarazo, es ver la carita de su bebé. olerle y poder estar en contacto piel con piel con su recién nacido, establecer la lactancia…Este placer, tan innato a una futura mamá, es algo que le es arrebatado a la protagonista de Fragmentos de una mujer (Pieces of a woman), un drama del húngaro Kornél Mundruczó, que tiene a una excelente Vanessa Kirby como protagonista.
Tras un arranque de 25 minutos, que tendrá en vilo, con el corazón en un puño y que dejará sin aliento a los espectadores, que asistirán a un parto en casa y las vicisitudes de la mamá parturienta, su marido (Shia Labeouf) y la comadrona suplente que les asiste en su domicilio, la película se calma.
¿Y en qué se convierte? En una reposada reflexión sobre el duelo y las consecuencias de la tragedia. Consecuencias, por un lado, en una aparentemente sólida relación de pareja -atención a la significativa y creíble escena íntima, dónde veremos cómo afrontan el deseo sexual cada uno de los miembros de la pareja tras la tragedia-; consecuencias en las relaciones entre una hija y su madre (una soberbia Ellen Burstyn). Y por último, cómo evoluciona la protagonista hacia la aceptación de la pérdida como parte de la vida, por un desafortunado incidente en el que no hay culpables ni inocentes, sólo los envites de una azarosa y adversa fortuna.
Estas transiciones por los distintos estados emocionales -incertidumbre, esperanza, alegría, pérdida, superación, aceptación y perdón-los vivirá en sus propias carnes la protagonista, que está encarnada con tremenda naturalidad, sensibilidad y fuerte vulnerabilidad por Vanessa Kirby, una actriz que ya obtuvo la Colpa Volpi por su intensa y delicada interpretación de esta «madre que no pudo serlo del todo». Un papel por el que es más que probable que sea nominada a los Globos de Oro y a los Oscars.
Un drama que trata este tema de la pérdida maternal, el duelo, el proceso de aceptación y la necesidad de perdón para avanzar en la propia existencia, con una naturalidad y una sensibilidad -que no sensiblería-que puede desarmar a más de un espectador. De hecho, en una secuencia me quedé muda, con un nudo en la garganta, mientras que en otra se me humedecieron los ojos. Quizás porque soy madre, aunque no pienso que sea condición indispensable para poder empatizar con el drama íntimo y personal y familiar de la protagonista, ni mucho menos.
Un film que trata un tema que puede ser duro y complicado, de una manera elegante y natural, que seguro que dejará un poso de tristeza, aunque no de desesperanza, en el público que a ella se acerque.
SONIA BARROSO.-