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FENCES: TEATRO FILMADO
febrero 22, 2017 Articulos

FENCES

Aunque en estas líneas hable solo sobre cine, también soy un gran aficionado al teatro, dos medios con aparentes similitudes, pero mucho más diferentes de lo que puedan parecer para el más profano en la materia. Es por eso que una de sus características más singulares radica en la interpretación de los actores: El teatro está hecho para captar toda la acción a través del ojo humano tanto para el de la primera fila como el de la última en único “plano”, uno en que cubre toda la acción ubicada en el escenario. El cine, en cambio, ha desarrollado un lenguaje basado en el montaje donde podemos centrarnos no solo en la figura completa del actor, si también de medio cuerpo o incluso un único plano de su rostro entre otros ejemplos e intercalarlos a nuestro antojo. Un mecanismo que ha hecho que el registro interpretativo de los actores tengan que ser mucho más sutil y contenido. Porque no es lo mismo lo que capta el espectador en una pantalla de cine que lo capta a través de su propio ojo en la platea de un teatro.

Y ese es el principal error de Denzel Washington en Fences. El actor de Training Day adapta literalmente el texto de teatro con el que triunfó en Broadway y traslada la interpretación teatral a la pantalla de cine con él de protagonista y director: ¿Resultado? Sobreactuación. Lo que parecía un interesante drama ambientado en los años 50 sobre un padre afroamericano que intenta sacar su familia adelante, se convierte en una astracanada donde todo rezuma artificialidad monopolizado con un Denzel Washington actor cuya actuación particularmente me resultó de lo mas cargante.

Sinceramente, la primera del film más o menos no se me ocurren muchos argumentos para defender Fences. Los conflictos aún están muy solapados, los diálogos suenan reiterativos y poco creíbles, mostrando una imagen estereotipada y pobremente intelectualizada de los roles. Que el diseño de producción esté cuidado no ayuda cuando la acción transcurre en prácticamente un solo escenario y muy escueto (la casa del protagonista, concretamente un nimio jardín) donde el director solo parece empeñado en únicamente ilustrar la obra, a no disimular el cambio de escenas, a no darle un sentido para darle un tono mas cinematográfico… A dar entender por activa y por pasiva que esto es teatro filmado como creyendo que el simple material del ganador de Pulitzer August Wilson tiene la suficiente fuerza como para ser cine. Desde aquí, os recomiendo ver adaptaciones teatrales como el Hamlet de Kenneth Branagh que con un texto mucho más peliagudo y absolutamente literal que este, no olvida el medio para el que adapta la obra original.

En la segunda parte, es cuando el Denzel Washington, lima estos aspectos y empieza a darle empaque fílmico a la propuesta. No resulta un giro radical pero empieza a usar mas los recursos puramente cinematográficos y la historia, aparte de volverse mas interesante, se hace mucho amena. Entre otras cosas, porque Viola Davis parece entender de qué va esto y con el menos es más empieza a convertirse casi sin quererlo en la reina de la función. Porque si hay algo sobresaliente en la cinta es ella. Y en este caso, una estatuilla sí me parecería un premio justo a su trabajo.

Esta segunda mitad de la historia, nos lleva a un final interesante que lleva consigo un peaje que considero tan grande que me resulta difícil de sacar la ecuación. Durante demasiado rato, Fences, no me funciona como película ni como mero entretenimiento. Por eso me cuesta recomendarla a pesar del trabajo de la actriz conocida por la Amanda Walker de Suicide Squad entre otros trabajos. Respecto a Denzel, actor al que particularmente admiro por su trabajo en el medio cinematográfico, éste no me parece su mejor papel en el cine. Justamente el mismo en la silla de director creo que se hace un flaco favor en muchos momentos por lo que antes he indicado.

Poco más de añadir. Una obra que probablemente funcione en su formato teatral, pero definitivamente no en el cinematográfico. Particularmente, me quedan ganas de comprobar lo primero, ya que no he podido ver el montaje del otro lado del charco. Porque sé que el hecho de que no me ha hecho disfrutar de la propuesta es la adaptación, más que la obra en sí misma. Teatro es teatro, amigos. Y el cine, otra cosa.

JOAN BOTER ARJONA.-

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