FALLING: LA FAMILIA, LA VEJEZ Y EL DOLOR

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Falling es la primera película como director de Viggo Mortensen, flamante Premio Donostia en la 68ª edición del festival de San Sebastián y actor versátil y políglota quien, a estas alturas, ya no necesita presentación, y en la cuál se reserva un pequeño papel como actor. Para su ópera prima, Viggo se ha decantado por un drama familiar e íntimo, que explora las difíciles relaciones entre un padre y un hijo desde la infancia y adolescencia hasta la época actual en que se centra el relato.

La película empieza cuándo John, un piloto interpretado por Mortensen va a buscar a su padre al aeropuerto porque quiere ayudarle a buscar una casa en la ciudad para jubilarse y dejar definitivamente la granja dónde vivió y aún tiene algunos caballos y tierras. Su padre, interpretado por Lance Henriksen de forma magistral, es genio y figura, pues es un hombre seco, tosco, huraño, tremendamente mordaz y sin pelos en la lengua, que vive con amargura y negra ironía su vejez y sus achaques de salud física y mental, provocando con sus malintencionados comentarios y con sus férreas opiniones el malestar y enfrentamiento con su hijo y con  los que le rodean. La llegada de su otra hija y sus vástagos adolescentes, así como los recuerdos de su primera y segunda mujer y la relación con sus hijos marcará la personalidad y forjará el carácter de este hombre, cuyas dolorosas heridas del pasado se manifiestan con más virulencia en el presente.

Mortensen teje una conmovedora y contundente historia sobre el dolor en el seno familiar, sobre el amor y la necesidad de adquirir paciencia y autocontrol, sabiduría y madurez para perdonar y poder así lidiar con la amargura de la vejez del progenitor. El choque generacional entre ambos personajes -atención a la intensa y brutal escena en la que las emociones y sentimientos contenidos se desatan y de qué modo lo hacen- es quizás lo más interesante de una película, que también refleja a la perfección la incapacidad emocional que tienen algunas personas para expresar agradecimiento y buenos y amorosos sentimientos.

Así pues, lo mejor de la propuesta son las relaciones y dinámicas familiares, tanto en el tiempo pasado como en el presente, espècialmente en sus diálogos y situaciones humanas y totalmente creíbles e incluso reconocibles; mientras que, de lo que adolece un poco, es del preciosismo visual de ciertos paisajes, que pretenden ensamblarse con el momento anímico y vital de la figura del padre.

SONIA BARROSO.-

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