Diamond Films intenta repetir el éxito de Malas madres con las mismas fórmulas humorísticas en su segunda parte, pero con un guión bastante más flojo (y el primero no era para echar cohetes).
Una pena porque el tema daba para mucho. Nada más y nada menos que tres madres muy distintas entre sí enfrentándose a una de las épocas más estresantes del año: las Navidades. Lo que prometía situaciones hilarantes basadas en fondos de realidad, se ha quedado en una sucesión de chistes fáciles que demasiadas veces ca
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en en los recurrentes temas de sexo y alcohol. En algún momento, intentan repetir escenas graciosas que tuvieron su éxito en la primera, como la parte del supermercado, ahora en un centro comercial, pero queda tan forzado que no acaba de calar. En esta ocasión, se apuesta por caras conocidas para suplir un argumento vacío y una sucesión de chistes que a veces rayan el ridículo.
Susan Saradon, Christine Baranski y Cheryl Hines son las tres veteranas que dan vida a las madres de las protagonistas, cada cual más extrema en su especialidad. La primera es una viva la vida, la segunda una perfeccionista extremista y la última una emotiva manipuladora. Todo muy acorde con el carácter de sus hijitas.
En malas madres, las protagonistas se unían por un reto en común que constaba de una pequeña victoria, ganar las elecciones a presidenta del AMPA, y otra mucho mayor que era gritar al mundo que las madres eran personas, con sentimientos y vida propia, y que, no por ello, querían menos a sus hijos.
El objetivo se convierte en una excusa para hilar chiste tras chiste y alguna escena gratuita de emotividad lagrimal. Las tres protagonistas se unen para tener unas buenas Navidades, pero en las que no tengan que morir en el intento. Su principal handicap para disfrutar de tan entrañable época de forma relajada serán sus propias madres. Que no se lo pondrán fácil.
Los niños de la historia adoptan papeles extremadamente secundarios y sólo chupan cámara para hacer de coro o dar pie a escenas muy poco realistas. Una pena que no aprovechen las posibilidades de los papeles infantiles en una película que va de madres. La relación entre las abuelas y las madres anula por completo la de las madres con sus hijos.
Para rematar, también nos cuentan una incipiente historia de amor aunque con menos chispa que una bujía de madera. No hay química entre la pareja y los diálogos y escenas que protagonizan son totalmente absurdas.
No negaré que la película tiene algún punto bueno y que el humor facilón la hace ideal para aquellos que busquen desconectar sin darle trabajo a las neuronas y echarse unas buenas risas, pero, desde luego, esta secuela no dejará huella cinéfila.
DÁCIL MUÑOZ.-