Dungeons & Dragons. Honor entre ladrones y epicidad máxima

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Si hay una película que ha generado altas expectativas entre los amantes del rol, del cine fantástico y de acción (no necesariamente se tienen que cumplir las tres premisas a la vez), esa es Dungeons & Dragons. Honor entre ladrones. Los productores tenían una gran reto entre manos, aunque uno de ellos no era superar la versión del años 2000. Esa se supera grabando una lagartija. Lo que de verdad tenían entre menos era conseguir una producción que gustara a todo tipo de público tanto si jugaba el juego de rol como si no. Incluso a aquellos que no habían oído hablar de él en su vida. Tenían que presentar algo que no traicionara el universo en el que se basaba, tuviera contentos a los fanáticos y presentara señas de identidad fácilmente reconocibles, pero que, a la vez, hiciera vibrar en sus butacas tanto a ajenos al mundillo como a propios; desatara la risa, incluso la carcajada, y presentara una buena historia, unos personajes que te robaran el corazón y unas escenas épicas con coreografías espectaculares, efectos especiales alucinantes y una banda sonora a la altura. 

Sorprendentemente lo han conseguido, aunque fuera a costa de no arriesgar nada en el argumento, que los personajes sean típicos a más no poder (aunque se nota que han intentado dotarlos de historia propia algunos en mayor medida que a otros, que no de profundidad) y que el transcurrir de los acontecimientos sea bastante predecible. ¿Eso resta interés a la película? He de confesar que no. La fui a ver dos veces y las dos veces la disfruté enormemente.

La acción nos lleva a la costa de la Espada (Reinos olvidados) donde el que conozca el juego reconocerá escenarios, personajes, criaturas, objetos, etc… Y el que no, se lo pasará genial igualmente con las peripecias de un grupo de aventureros peculiares (aunque típicamente peculiares), que irán evolucionando (algunos más que otros), a la par que se enfrentan a grandes peligros, épicas luchas, búsqueda de tesoros maravillosos y huidas trepidantes con giritos simpáticos que le dan sal y pimienta a todo el montaje. Afortunadamente, no han caído en la tentación de usar los recursos que parecen estar tan de moda hoy en día en las películas de acción de las batallas infinitas, los largos diálogos sensibleros, ni los chistes facilones. Está todo perfectamente medido para dar a cada tipo de público lo que ha venido a buscar.

Incluso han logrado dejar entrever al jugador tras la piel de los personajes con algunos guiños que los roleros pillarán enseguida. Y seguro que la mayoría de los que leáis esto ya sabréis que en las escenas en las que se desarrollan los juegos (al estilo de los del hambre), aparece un grupo que sacará la sonrisa a los que acompañaron a un grupo de adolescentes y a un niño a sus aventuras por el reino fantástico al que viajaban a través de una atracción de feria durante los años 80.

Las actuaciones del elenco son muy correctas. No puedo decir que espectaculares, porque los personajes no dan para lucirse como actor. Como ya he comentado son típicos y bastante planos… tal y como suelen ser en el juego de rol. Muy pocos guerreros intelectuales encontraremos, tampoco proliferan los bardos aburridos, ni los paladines ladinos (¿te imaginas? Me estalló la cabeza), ni los pícaros honorables (¿estamos locos?)… El caso es que, a pesar de que no dan mucho juego dramático, los actores se meten en la piel de sus personajes de una forma encantadora y te conquistan desde la primera aparición en escena. Se les coge cariño a los buenos. Porque a los malos, está claro que no. Son demasiado perversos y sus motivaciones son extremadamente malvadas. Como era de esperar.

También he dicho antes que era una película para todos públicos, pero a lo mejor he exagerado un poco. Yo no llevaría a niños pequeños fácilmente impresionables. Hay alguna escena que le puede dar pesadillas. Y Evidentemente, si no te va el género tampoco es tu película. Pero para todos los demás, ya estáis tardando en ir a verla.

Dácil Muñoz.-

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