DUNE: PERFECCIÓN EN LA FORMA, DESCAFEINADA EN EL FONDO

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Dune

Cuando llevas muchos meses esperando con anhelo una película: Dune, la que sería como una final de la Champions, la forma de sentarte en la butaca para disfrutar de ella siempre es compleja. Más aún si tu admiración por los trabajos anteriores del director y por parte de su cast prácticamente no conoce límites. Podría parecer que la objetividad brilla por su ausencia, pero este no es caso. No es mi caso.

El miedo a la decepción y a no cubrir las expectativas tiene el mismo peso que la ilusión y la confianza en aquellos que sabes que son excepcionales en sus cometidos. Y ya sabemos que “el miedo mata la mente”, por lo que había que que ser observador neutral y no dejarse llevar por las emociones más allá de aquellas a las que Denis Villeneuve nos condujese con su obra.

El canadiense nos ofrece una película inmensa en su forma, un gigante visual, una inmensidad inabarcable, como inabarcable es la obra de Frank Herbert que ha adaptado, eso sí, con sus luces y sus sombras.

No puedo ponerle un pero de peso en el aspecto técnico por lo que estoy obligada a darle un sobresaliente más que merecido. La experiencia que sentimos al verla es un “si quisieras darme más podrías y sería igualmente grandiosa, pero no es necesario porque me lo estás dando todo”. No hay en la pantalla nada que sobre, no hay nada que falte. Transmite un mimo desmesurado en el cuidado por el detalle por nimio o exorbitante que sea. Sabes que estás frente algo realmente espectacular incluso en los planos más simples. Es esa mezcla de lo colosal y lo desorbitante sin rozar ni por un momento lo artificioso o abigarrado.

Villeneuve ha llevado un paso más allá su forma de concebir la imagen. Si en sus trabajos anteriores ya hacía gala de su saber hacer en cuestiones de realización esta vez se ha superado a sí mismo ya que si en Incendies, The Arrival o en Blade Runner 2049, por poner algunos ejemplos, pensábamos que había sacado un conejo de la chistera y había hecho magia, en Dune es como si hubiera logrado el doctorado cum laude y todo lo anterior hubiera estado al servicio de ésta. Los planos generales en su inmensa mayoría se transforman en planos monumentales, donde se engloba todo y donde nada tiene desperdicio y lo más curioso es que en ningún momento tenemos sensación de despilfarro. Por grande que sean los lugares, por grandes que sean los sentimientos, Dune es una película de contenciones incluso en lo mayúsculo, una increíble paradoja para la vista.
No importa si lo que nos está enseñando es un viaje interplanetario, una playa, una sala, una tormenta de arena, una invasión o unas dunas, se come la pantalla en el mejor de los sentidos.

Logra con ayuda de una particular adaptación del guión poder tener un montaje bastante ágil para contar la historia que nos están ofreciendo y que en prácticamente toda la cinta la edición sea un recurso más en la narrativa de una forma muy fluida y natural. Tanto los planos como su montaje tienen el ritmo adecuado para hacernos entender lo que nos intenta transmitir en ese momento. Si te da enfrentamientos cuerpo a cuerpo la edición tendrá un ritmo con una velocidad notable y si nos da ensoñaciones la edición será más pausada y los planos más lentos.

La fotografía es simplemente maravillosa, el concepto de Villeneuve es plasmado por Greig Fraser de forma tal que con ella le da al espectador las claves para entender el mundo, los mundos, que nos está mostrando. Para mi sorpresa nos presenta un desierto de colores fríos, de blancos y azules, que logra que lo inhóspito de Arrakis y su dureza sea aún más plausible. Porque todo es frío en Dune. Tanto exteriores como interiores son de un frío apabullante. Y a pesar de estar en un desierto donde se necesita reciclar hasta la propia humedad corporal para sobrevivir, estos colores van más allá, ya que la intencionalidad en su uso logra su objetivo, estamos en lugar duro, al que no se pertenece, un lugar que ha sido maltratado y exprimido, un lugar del que lo único que importa es él qué nos puede dar. Solo se concede calor visual en las ensoñaciones de Paul Atreides donde los anaranjados hacen presencia para marcarnos sin lugar a dudas la diferencia entre lo real y lo onírico.

Digno de mención es el trato que hace de las luces y las sombras cuando nos muestra a los Harkonnen. Oscuridad sin pérdida de luz, maravilloso.

El apartado de vestuario vuelve a ser merecedor de un sobresaliente holgado, una brillante matrícula de honor. La mezcla de estilos es de una armonía tal que resulta inverosímil. ¿Se pueden mezclar a la perfección absoluta armaduras medievales, trajes futuristas, inspiraciones touaregs, eclesiásticas, etc, etc…? Denis Villeneuve junto a Jacqueline West y Bob Morgan lo han conseguido y han logrado una consonancia en el conjunto digna de admiración.

Por todos es sabido que el celebérrimo Hans Zimmer es el autor firmante de la banda sonora. Banda sonora que acompaña pero que no se quedará en nuestro cerebro por su epicidad, y Dune necesitaba de esa epicidad, un tema que se te quede grabado a fuego unido a una escena con esa grandiosidad que hace que los vellos se pongan de punta y a mí al menos no ha logrado conmoverme a esos niveles ni de lejos. Y ya que hablamos de música, debemos hablar del sonido. Espectacular en cada una de sus facetas. Un sonido que ayuda al espectador a integrar la magnitud de lo que está viendo con los sentidos. Los efectos especiales y el CGI son simplemente perfectos, impecables.

Entiendo que haber rodado en lugares tan inspiradores como los desiertos de Jordania también ha sumado, pero viendo los diferentes trailers llegué a pensar que podría chirriarme alguno de estos aspectos, y no, lo virtual transformado en realidad con una naturalidad que resulta incluso orgánica, ya que, quieras que no, la película y la novela son una crítica a la sobre explotación humana de los recursos naturales. El CGI es llevado a niveles tales que parece incluso que si se pudiera traspasar la pantalla y tocar todo aquello con los dedos sentirías el frío del metal de las naves (como los tópteros, que conquistan el preciosismo), los gigantes gusanos de arena con sus descomunales dientes (hay una escena que están tan vivos que parece incluso que están mirando) la humedad de los paisajes formidables de Caladan o lo molesto del polvo del desierto. Los interiores son simplemente bestiales, los escudos protectores, tan significativos en la obra de Herbert, han sido llevados a la pantalla con una sutileza magnífica. Y así podría enumerar uno detrás de otro, pero quedaos con que no veréis nada que resulte estar fuera de lugar, todo encaja como una maquina perfectamente engranada, como el puzzle de diez mil piezas que ha costado tanto ensamblar.

Dune

El análisis del guión y las actuaciones en esta película han de ir de la mano de una forma irrevocable, y también las referencias a la obra original ya que Denis Villenueve ha comentado en múltiples entrevistas que quería ser fiel al escrito de Frank Herbert. Partimos de la base de que Dune es una novela prácticamente imposible de plasmar ni en dos ni en tres ni en cinco horas de metraje. En eso todo aquel que la haya leído estará de acuerdo, pero Villenueve, Eric Roth y Jon Spaihts han obviado unas subtramas del mismo calibre que la trama principal por lo que la mayoría de los personajes han quedado desdibujados e incluso descafeinados, en pro de que el espectador que no busca la fidelidad a la novela pueda disfrutar la película de una forma ágil y sin mucho esfuerzo. El resultado son unos personajes planos sin evolución a lo largo de cinta que simplemente hacen cosas pero que no crecen, cuando la novela es un relato de luchas internas, de conocimiento de uno mismo y de crecimiento personal para bien o para mal. En ese sentido con los personajes de la casa Harkonnen lo han tenido más fácil ya que sus personajes navegan desde un principio en la oscuridad y no salen de ella, por lo que Stellan Skarsgard y Dave Bautista aprovechan cada escena y nos dan exactamente lo que esperamos de ellos.

No ocurre lo mismo con los personajes de la casa de los Atreides donde se ha dulcificado tanto la personalidad estos con la intención de a que al espectador le quede claro quienes son los buenos, buenísimos y quienes los malos que se han quedado sin carácter, sin alma. Porque en la casa Atreides nadie es solo bueno y puro y así nos lo han querido vender, al menos esta primera parte.

Es Rebecca Ferguson, Lady Jessica, madre de Paul Atreides, concubina del Duque Leto, la que sobresale de entre todos los protagonistas y aquí he de decir que estoy inmensamente agradecida. Deseaba fervientemente que se le diera al personaje la importancia que merecía y es a ella a la que se le ha dado un material lo suficientemente digno con el que poder trabajar y lo ha exprimido al máximo. En cada una de las escenas donde ella aparece eclipsa literalmente al resto.

El que debería ser el verdadero protagonista de esta historia, Paul Atreides, protagonizado por Timothée Chalamet, es un personaje muy lineal anclado por sus líneas de diálogo. Solo hay un puñado de escenas donde se atisba el verdadero carácter del personaje (como la del Gom Jabbar, alguna pelea cuerpo a cuerpo o una discusión con Lady Jessica donde ni siquiera se profundiza) y donde Chalamet puede desplegar algo de talento, pero no es suficiente.

Más escasas son estas oportunidades para Oscar Isaac o Josh Brolin, por no mencionar a Chang Chen, cuyo , el Doctor Yueh es un pieza imprescindible para entender el entramado de traiciones y ardides palaciegos del relato y que en la cinta tiene una aparición fugaz y cuya subtrama, importantísima, es resuelta de un manotazo sin haber generado la más mínima intriga. Por contra, el personaje de Jason Momoa, Duncan Idaho, es tratado de una forma distinta, otorgándole una epicidad que el actor aprovecha a base de carisma teniendo además una de las escenas más emotivas de toda la cinta.

Es cierto que una película que parte de una base tan compleja y que tiene tantos personajes tiene que sacrificar algo, pero creo que el desarrollo personal de alguno de ellos no debería haber sido la opción. Hay escenas que podrían haber sido sustituidas por otras de más calado que habrían dotado de profundidad a la historia y no por eso la historia hubiera perdido ritmo, todo lo contrario, habría generado más interés.

Lo que está muy claro es que Villeneuve cierra el film dejándonos con ganas de más, en esto no podemos hacer otra cosa si no el reconocerle la forma brillante de terminar esta primera parte haciéndonos ver, como bien dice, Chani , el personaje de Zendaya, que esto no es más que el principio. Y a pesar de ser un principio que en cuestión de desarrollo de personajes flojea un poco, nos ha brindado una majestuosidad visual brutal y unas pinceladas en cuanto al relato que nos hace pensar que una segunda parte es imprescindible para que la obra sea entendida en su conjunto y que lo está por venir será un broche a la altura en todos sus aspectos.

 

VANESA LORENZO VIVAS.-

NOTA A PIE DE PÁGINA:  La valoración son 4/5 estrellas. 

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