CRY MACHO: SENCILLEZ Y SENSIBILIDAD

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Siempre es un placer volver a ver a Clint Eastwood tanto delante como detrás de las cámaras y, por ello, cada película suya es recibida con ganas y, a la vez, con miedo de que sea la última de su filmografía. El actor y director de 91 años vuelve a demostrar, trabajo tras trabajo, que él va a morirse con la botas puestas. Cry Macho, su última película, quizás es de la más sencillas en cuánto a historia, aunque no por ello es menos honesta e incluso, emotiva.

La historia del ex cowboy de rodeos que tiene que ir a buscar al hijo de su antiguo patrón a México para librarle de una madre dominante y maltratadora para devolverle el favor que éste le hizo años atrás es una historia sobre el valor de una vida, sobre las segundas oportunidades y acerca de la posibilidad de redimirse encauzando el camino a un joven adolescente, que se siente mejor en compañía de un gallo de pelea, llamado Macho, que en casa con su propia madre.

Mike Milo, el personaje que interpreta Eastwood es, sin duda, el más interesante de la película, pues ya en su mirada, curtida por mil batallas vitales, vemos cómo el ocaso y la falta de ilusiones se transforma en algo distinto tras entrar en contacto con el joven. Además, es en los momentos de reposo en su camino dónde la película alcanza las mayores cotas de ternura y de emoción. El espectador siente, al igual que los protagonistas, que aquel lugar familiar, ese remanso de paz, podría ser el hogar que estaban buscando y no tan sólo un sitio de paso.

Asimismo, Clint nos habla sobre la masculinidad, el hecho de ser «macho» o no en la vida y de la importancia de tomar las propias decisiones vitales, sean o no las equivocadas. Como he señalado, es una historia, a caballo entre la road movie, el melodrama y el western, aunque explicada de manera llana y sin florituras.

Algunos personajes quedan retratados en unas pocas pinceladas -y quizás resulten un poco más hilarantes, como es el caso del de la madre y el de su ayudante- porque al director de San Francisco tampoco parece interesarle quedarse en ellos, sino avanzar la historia hacia otros terrenos. También es cierto que hay algunos clichés y lugares comunes sobre las historias de frontera, que pueden no llegar a convencer.

Eastwood lleva sobre sus hombros de nuevo el peso de la trama, con dignidad y haciendo gala de un sentido del humor caústico en ciertas escenas, aunque se le nota la mano derecha y la experiencia. Incluso es posible que vuelva a arrancarnos alguna lagrimita con cierta escena apoyada por una canción romántica más que conocida y por la presencia de una mujer madura y luminosa, que tiene tanta determinación, como coraje y encanto.

Está claro que no estamos ante un Gran Torino, por ejemplo,- quizás se acerque más al espíritu de La Mula-, aunque la verdad que respiran sus fotogramas, las ganas que aún percibimos que tiene de rodar el maestro, la elegancia y el clasicismo de su puesta en escena, el dinamismo de su trama -en mi caso, me ha resultado entretenida y se me ha pasado el metraje en un suspiro- y el hecho de regalarnos nuevos momentos de felicidad cinematográfica, no tienen precio. Sí, quizás me dejo llevar un poco por la admiración y el sentimiento, pero…¿qué sería el cine sin esa posibilidad catártica que nos ofrece Clint Eastwood película tras película?

SONIA BARROSO.-

 

 

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