CARAS Y LUGARES: CREACIÓN ARTÍSTICA Y HUMANISMO

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No hizo falta que ganara el Oscar al mejor largo documental, Caras y Lugares, de Agnès Varda y Jr, es una maravilla. Tanto para los que seáis espectadores habituales de documentales, como para los seguidores de la octogenaria cineasta francesa, musa de la Nouvelle Vague, esposa de Jacques Demy y «amiga» de Jean-Luc Godard (y no os descubriremos más sobre el director de El libro de imagen), como simplemente para aquellos que deseéis emocionaros en una sala de cine.

Este documental sigue el viaje en clave de road-movie de Agnès Varda, de 88 años, y del fotógrafo y artista francés de grafitti, Jr, de 33 años, desde que se conocen hasta que deciden poner en marcha un proyecto lleno de espontaneidad, creatividad y ramalazos de locura. Ambos comparten una ruta por los distintos pueblos de Francia en una camioneta que incorpora autorrevelado e impresión de fotos, un periplo a la búsqueda al azar, tanto de personas como de muros y paredes aptas para que dichas fotografías permanezcan en grandes collages al aire libre.

Desde Norte de Francia hasta Le Havre, de la tumba de Cartier Bresson a los búnkers en la playa de Normandía vamos descubriendo los retratos de familiares de mineros, trabajadores de fábrica, granjeros, camareras, carteros, mujeres de estibadores y hasta peces o cabras…Todos ellos se pasean por delante del objetivo de estos dos artistas tan singulares de generaciones tan distintas y dispares -pues por edad, JR podría ser el nieto de Varda- a los que aparentemente no les une nada y, en realidad, veremos que tienen en común el poder de la imaginación y la necesidad de conseguir creaciones únicas y perdurables, entre otras muchas cualidades. A través de estas fotografías y de las charlas que mantienen con las personas que hay detrás de cada una de las imágenes ambos artistas rinden un homenaje a la clase obrera, en especial, y a personalidades individuales, en particular.

En el transcurso de este proyecto artístico se nos va planteando una necesaria reflexión sobre la vida, la muerte, el paso del tiempo y la creación artística, a través de esta bonita historia de amistad intergeneracional. Gracias a su complicidad personal y profesional llegamos a extasiarnos y a emocionarnos por la gran calidez humana de ambos, que es tan auténtica, que salimos transportados de la sala de cine, conteniendo la respiración y las lágrimas (o no). Saldremos pensando que la creación artística con trasfondo humanista es la manera más sublime de elevar el espíritu. Y como pienso que mis impresiones no hacen justicia a esta obra sólo os diré que su visionado es obligatorio y totalmente imprescindible.


SONIA BARROSO.-

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