BUENOS PRINCIPIOS: AL OESTE DE ROMA

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Una película que comience con una declaración de intenciones cómo la del protagonista y diciendo que él buscaría su inspiración en la Pizza Navona de Roma ya tiene mi interés. Buenos principios (el título original es A l’ouest de Rome, el mismo que el de la novela de John Fante en la que se basa), el nuevo film de Yvan Attal, empieza como una comedia y va derivando hacia el drama.

El drama personal y familiar de un hombre en su cincuentena con una crisis existencial. 25 años atrás escribió una novela se éxito y aún vive de ese éxito. Tiene una mujer que ahoga sus penas en vino y en antidepresivos y 4 hijos entre 18 y 24 años que aún viven en casa -aunque dos de ellos ya tienen pareja- y se comportan más cómo «parásitos» y desagradecidos que cómo otra cosa.

Aunque las circunstancias familiares del momento harán que su única victoria sea incorporar a un perro vagabundo, al que llamar Stupide, con gustos sexuales peculiares, a este núcleo familiar variopinto -el can es un auténtico roba-escenas y entorno al mismo se dan los diálogos y situaciones más hilarantes de la función-. Durante el film iremos conociendo las motivaciones de cada uno de los miembros de la familia y la progresiva huida del nido familiar de los hijos (por motivos diversos que no explicaremos para no desvelar).
La crisis de identidad de la mediana edad (tanto por parte del marido como de su esposa), los problemas personales de los hijos, la crisis de inspiración de un escritor que conoció las mieles del éxito en su pasado son tratados de forma eficaz y eficiente, pasando de la comedia al drama con facilidad pasmosa. Dando a entender al espectador que, no por ser más viejo se es más sabio, y que hay que tener cuidado con lo que deseamos y anhelamos porque puede ser un arma de doble filo. El retrato del protagonista no puede ser más acertado como un hombre de familia, tan cargado de cinismo como de egocentrismo y de frustración.
En definitiva, una película que entretiene haciendo reflexionar y dejando un poso posterior en el espectador con unos creíbles Yvan Attal y una maravillosa Charlotte Gainsbourg, que interpreta con total convicción y sensibilidad a la esposa del protagonista, una mujer que renunció a su carrera y a sus sueños por su familia y a la que la vida le vuelve a ofrecer una segunda oportunidad. Tan divertida, como reflexiva y amarga, una película cómo la vida misma.
SONIA BARROSO.-

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